martes, 9 de febrero de 2010

Afición


Me llama poderosamente la atención el aficionado taurino. Hace ya unos cuantos años que me dedico a aprender de él,  porque me he dado cuenta que es algo mucho más fácil que enseñar.

En esto del toro, hay gente apasionada a la que entiendo y respeto, porque la pasión como tal, es una de las salsas de la vida, y quien opine lo contrario, que le quite pasión al amor y que experimente lo que sucede. Evidentemente y cometiendo el error de generalizar, digamos que pueden ser los menos cultivados taurinamente hablando.

Por otro lado están los escépitcos, que dudan de todo y de todos y que desde una nube de pasado, lanzan dardos envenenados con el vano afán de dinamitar todo este tinglado. No soy un buen jugador de cartas, pero a ellos les diría que cada cual ha de jugar no sólo con lo que tiene, sino con los ases del contrincante. La fiesta está como está, así que, aprovechemos lo bueno, mucho ó poco, pero no hagamos tábula rasa. Los escépticos desprecian el forofismo de los apasionados.

Hay otro grupo de aficionados dedicados a sentar cátedra. Casi nada. A decir lo que está bien, mal, ó regular, a definir lo que ha de ser puro sentimiento (indefinible), a denostar sin conocer, o conociendo de oídas y a despreciar todo aquello que no lleve su visto bueno, ó el de su camarilla. No soportan a apasionados ni a escépticos que no sean de su cuerda y no admiten discusión posible. Si no estás con ellos, estás contra ellos. Mi comunión con este modo de pensar es imposible: No dudo de la importancia del toro en Madrid, ni aplaudo el monoencaste, ni veo bien considerar “cromos” a  toreros; pero no reniego, ni renegaré, de ver toros en talanqueras, y de ver arte en una faena realizada en una plaza de tercera; ni siquiera cerraré los ojos cuando salga Jesulín al ruedo.

Los del clavel en la solapa merecen poco comentario, porque ellos mismos se encargan por si solos de sobresalir, de ponerse en la foto, de hablar alto, de saludar “al maestro”, de llamar Pepe a Don José y todas esas cosillas que tanto detesto.

Por último, también existen aficionados de “a pie”, que hablan lo justo, que dan su opinión, que exponen sus argumentos y que siguen acudiendo a las corridas de toros a disfrutar, si no de faenas, si de momentos, y si no de momentos, si de ambiente ó de amigos, pero siempre, siempre, valorando la fiesta por encima de todo.

Podrá parecer que hay gente que me molesta, pero no es así, y también puedo parecer crítico, pero no pretendo serlo. Tal vez si, observador de esta gran familia mal avenida, que tantos méritos hace para que nuestros detractores “hagan sangre” con facilidad.

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