domingo, 28 de febrero de 2010

"En la cola del paro"


Si por desgracia, en un sitio se puede hoy en día ver tanta gente como la que ha guardado fila para adquirir sus entradas para la inauguración de la plaza de Arnedo, ese sería la oficina de empleo.

Yo pensé en apuntarme (no a la oficina, sino a la fila), pero mi amiga Nuria me llamó y me dijo que a eso de las seis y media de la tarde de ayer ya había gente allí apalancada. Se me antojó una sinrazón, y no voy a escribir aquello de... "como si fuese un aragonés testarudo", porque corro el peligro de salir en los papeles cual Rosa Díez, pero baste con explicar que algo en mi interior se ha rebelado en contra de formar parte de la pequeña histeria colectiva de un pueblo. Al final he ido a las nueve de la mañana a sacar unas fotos, ver a los amigos, y poco más. No tengo mi preciada entrada y no la tendré. Pero os aseguro una cosa, ni soy menos aficionado, ni se acaba el mundo por ello. Cierto que es un evento que se produce en un pueblo al que aprecio mucho y cierto que me apetecía ir, pero me quedan muchos años de toros gracias al Dios de cada cual, y os aseguro que podré superarlo.

Me ha gustado el ambiente: Gente joven, extranjeros, mayores, empresarios y hasta un cura.., en definitiva, todo un pueblo, volcado en su evento, tal y como quiso el consistorio. Es una corrida para los Arnedanos, y no me parece, ni mucho menos, una mala decisión política por parte del señor Alcalde, es más, creo que cualquier otra pudiera haber sido menos acertada, no para el pueblo de Arnedo, sino para sus habitantes.

También es cierto que hay gente que piensa irse de vacaciones con lo que tiene previsto "sacar" en la reventa, y así me lo ha confirmado más de uno, pero no podemos hacer tabla rasa y os aseguro que hay muchos que han recogido entradas para ellos, su familia o amigos. Lo importante, es que la plaza va a estar llena, y por qué no, si esto de hoy era la cola del paro, deseo que muchos de los parados que la formaban, hagan su agosto a costa de la fiesta, a ver si así se dan cuenta de una vez de lo que es capaz de provocar una simple corrida de toros. Al resto, a los negociantes y mercaderes, no les deseo tanta suerte.

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