Toda la mañana lloviendo y mucho sobre Sevilla, mal presagio, pero hasta las seis y media de la tarde queda mucho y nunca se sabe. Y como en las grandes ocasiones los hados componen la figura y deciden dejarnos ver la corrida sin sufrir las inclemencias del tiempo (no a mí que estoy en el sofá de mi casa). Torea Morante, casi ná, Aparicio, que va de relleno y el hijo de Manzanares, no?.
Comienza la tarde con un toro de los de orejas y lío y las verónicas de Aparicio, que son buenas, son eclipsadas por las VERÓNICAS de Morante, que son celestiales. El toro, magnífico, el mejor de la tarde, se va desgraciadamente sin torear. Sale el segundo y le puede a Morante y llega el tercero con el éxtasis guardado celosamente entre los pitones, y Manzanares lo borda y me hace pensar en que debo escribir algo dulcificando el palo que le di unos días atrás. Nunca le había visto torear tan despacio. Bien de capote, quizá un poco excesiva la media, y sublime de muleta, con una suavidad que enloquece al tendido hasta tal punto que pide el indulto a un toro que incluso mansea. Qué pena, pero el torero colabora en la felonía y el toro se va vivo a los corrales. Si entra a matar y lo mata le damos las orejas, el rabo, la pata y el chorizo envasado al vacío de mi amigo Paco, pero no, hay que indultar, que eso vende. Qué lástima.
Y llega el sexto y vuelvo a ver al Manzanares despegadito que yo conozco. Toreando bien, pero sin estrecheces, y entendiendo bien al torillo, pero sin cruzarse. Dos orejas para mi excesivas y Puerta del Príncipe. Me emociono viendo a los chavales aclamar al torero que va de mano en mano por los exteriores de la plaza.
Está volviendo a llover según veo en la tele.
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