domingo, 19 de agosto de 2012

Los acomodados




Foto: P. G. Mancha

Tuve la desgraciada suerte de asistir a la última corrida de la Monumental de Barcelona y anteayer me planteé si también estaba asistiendo al cierre definitivo de la donostiarra Illumbe. Puede, y espero que así ocurra, que la cosa sea temporal, pero mi reflexión va dirigida a algo tangencial a esas dos tragedias taurinas.
Cataluña generó debate a nivel político y social, un gran debate que al final quedó desvirtuado, como casi siempre, por los lobbys de carácter nacionalista que incomprensiblemente portan el estandarte de la cruzada cultural como patente de corso para desvincularse de todo aquello que arraigado o no, haya nacido en el resto de la piel de toro. Llegó el día y hubo proclamas en contra a voz en grito, sollozos, lamentos y mucha pena, pero ni tan siquiera una triste colleja a cualquier antitaurino de los que por allí merodeaban haciendo leña del árbol caido. Con Donosti ha pasado algo parecido, salvando las evidentes distancias,  si bien el debate se ha centrado a nivel municipal no vaya a ser que por cualquier desliz los entresijos autonómicos sufran algún quebranto insuperable. Y nuevamente y al final, asistimos a un adiós triste que será un hasta pronto tal vez, pero sin atisbar ni el más mínimo conato de revuelta.
No es que esté arengando a las masas a una rebelión violenta ni mucho menos, no se trata de eso, sino de lo llamativa que resulta nuestra "buena educación". Que prohíban cualquiera de esos milenarios deportes rurales vascos, por ejemplo los bueyes que tiran de piedras (es una hipótesis, aclaro) y ya veríamos la que se preparaba y cómo se preparaba. Tal vez las minorías iconoclastas han conseguido que el resto de sus semejantes se haya acomodado haciendo suyo el aforismo del "laissez fair, laissez passer", aunque creo que sería interesante que nosotros, los acomodados, nos preguntásemos qué será lo siguiente.

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