sábado, 3 de mayo de 2014

Diego Urdiales: la verdadera actitud

Foto obtenida en www.diegourdiales.com, cuyo autor es Carmelo Bayo

Decía Talavante el otro día en una entrevista que le hizo Iñaki Gabilondo, que el que mejor torea hoy en día es Urdiales. El piropo supo a gloria a todos aquellos que creemos y crecemos taurinamente a su lado. Ayer en Madrid ocurrió lo que podéis leer en los medios de comunicación y en las webs que se dedican a contarnos cuanto acontece en cada corrida de toros. Pero hay algo que no leeréis quizá por obvio, quizá por personal, ó quizá porque para muchos carece de interés, no así para mí y más allá de la aptitud con "p" de Diego Urdiales, que creo que es de sobra conocida por todos los que nos movemos en las bambalinas del toro, hay algo fundamental a la hora de enfrentarse a un reto importante: la actitud.
Ayer, como todos los años cada dos de mayo, el público puede pisar el ruedo de las Ventas, puede comprobar esa "cuesta" que hace crecer al toro en su salida de chiqueros, puede mirar a los tendidos y ver lo que imponen esos muros repletos de localidades y pensar en la soledad que se tiene que sentir ahí abajo cuando todo el mundo está pendiente de tí, de cada uno de tus movimientos, de tus gestos, de tus reacciones, de tus piernas, de tus pies, de tus brazos, de tus ojos... . Lo comentaba con un amigo: El coso venteño te encoje, te arruga, te roba la mente y la lanza a ese viento perenne que hace el paseillo cada tarde de angustia.
Pocos son los capaces de sobreponerse al miedo y al respeto y por eso es tan difícil el triunfo en Madrid. Siempre he pensado y lo he hablado con el propio matador, que en la plaza sólo hay dos caminos: o mandas tú, o mandan ellos.  La diferencia entre una y otra situación es abismal y el resultado también.
Ayer Urdiales hacía su primer paseillo de la temporada. En el patio de cuadrillas miró el flamear de las banderas, miró al tendido y comenzó su andar con parsimonia sabiendo que lo que iba a ofrecer al respetable, era su vida y algo que ya va inseparablemente unido a ella:. su torería. 
El público pasó miedo con esa guadaña que tenía el segundo toro por pitón derecho, con esos malos modos del burel que de manso quería arrancarle la cabeza al torero, pero yo no y sabéis por qué? porque de principio a fin de esa faena, Diego Urdiales sabía perfectamente lo que estaba haciendo, por qué lo estaba haciendo y cómo lo estaba haciendo. Ello no quiere decir que no hubo riesgo, sino que sencillamente, lo asumió y por eso toreó y trascendió, ni más, ni menos. Actitud, simple actitud de mando torero, de tiranía en el ruedo del que se sabe capaz de hacer converger a todas las almas que le juzgan en la idea de que allí, dentro de ese vestido sangre de toro e hilo blanco, habita la esencia del toreo.
Qué grande eres, amigo.

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