martes, 5 de diciembre de 2017

Los duendes del Arte


La jaula está cerrada y aún así, otra vez se han escapado. No es que estuvieran cautivos en la pequeña pajarera, tan solo quería que posasen una  temporada para intentar reflejarlos en un lienzo. María Dolores, que posee la más dulce y serena de las miradas, también es capaz de ver a través de ellos. Con la tranquilidad que da la experiencia y una sonrisa en el gesto, susurra:

-Ya aparecerán, no andarán muy lejos.

Ahora recuerda que el otro día estuvo José Antonio en la casa jugueteando con ellos y nunca se sabe, no es la primera vez ni será la última que al Jigarrero se le meten en la chistera, aunque al final siempre, siempre, terminan regresando al Cortijo.

Los trajo al Pino  de muy chicos el pequeño José, que después los cedió a Ignacio y éste, de espíritu generoso quiso compartirlos con Miguel, Rafael, Jorge, Federico y tantos otros. Los duendes llenaban cada estancia de la casa con su algarabía de música, poesía, pintura, escultura y toreo, mucho toreo y en las noches de estío, contaban historias disfrazados de moros bajo la luz de la luna y en las ocres tardes de invierno, cuando  ya el sol miraba de reojo, corrían a abrigarse bajo las faldas del brasero.

El tiempo pasa para todos menos para el niño eterno Peter Pan y para los Duendes del Arte que siguen cantando, pintando, recitando y sobre todo, toreando. La familia Sánchez Mejías los cuida, los venera y sigue jugando con ellos, como lo hacía el niño José, como después lo hizo Ignacio, más tarde su hijo y después Marcos.

Quien sabe si a lo mejor ya están enredando a alguno de los pequeños con el veneno del arte...

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