lunes, 30 de noviembre de 2020

Todos quieren ser José


 

 El otro día en twitter volví a ver esta foto de Rafael el Gallo en el callejón de la plaza de toros de Valencia,  llevado en volandas por tres monosabios.

El momento captado no pasaría de ser uno más de los muchos que hay trasladando coletas heridos hasta la camilla salvadora, o no, de la enfermería de la plaza, si no fuese porque los "costaleros" realizan el forzado paseillo, bien mirando a la cámara, bien aguantando algo más que una sonrisa, mientras mi admirado Rafael, se me antoja que adopta una pose de Ecce Homo en una interpretación superlativa del histrionismo que podrían haber firmado Fernando Fernán Gómez , Jose Luis López Vázquez, o el Alfredo Landa más berlanguiano que podamos recordar.

Es obvio, que la cosa no fue grave y más si uno lee la crónica de aquella corrida celebrada el 6 de octubre de 1935, aunque también he visto por ahí que puede ser de septiembre del mismo año, si bien por lo que reza en el ABC de la época, me inclino más por pensar en la primera fecha.



 

Hoy ya no nos quedan Rafaeles. Nadie es capaz de provocar en una misma tarde, la hilaridad del personal, el cabreo máximo y la adoración extrema. Los toreros de 2020 también son artistas, pero sobre todo son profesionales; ya no piensan como pensaba Rafael, como piensa Curro o el Maestro Paula y terminan mayormente por traicionarse en pos de la exigencia de los tiempos, que ya  no permite  ni la mínima "espantá" sopena de pagar tal afrenta con el ostracismo. Y tal vez sea digno de elogio pensar que hoy en día, por muy mal que esté un torero, nunca llevará al nivel de estar mal de Rafael el Gallo, pero conste que para llegar a eso, también hay que tener mucho arte.

Recuerdo que cuando era crío, un tío mío decía lo que muchos del Faraón de Camas: que si era medroso, que si no tenía compromiso, que era inexplicable el fervor de Sevilla por él... y con esa copla fui creciendo y sonriendo con aires de superioridad, hasta que un día alguien me abrió los ojos y poco a poco me fue enseñando a distinguir un trocito jamón del bueno de entre diez kilos de otros de oferta. 

Hoy muchos sueñan con ser  José, con reinar en las plazas, con mandar de tal manera y con tal rotundidad, que todo el toreo incline ante ellos sus cabezas y tal vez, algún día, aunque sea muy muy muy difícil, aparezca otro Gallito, pero lo que verdaderamente es imposible es que vuelva a nacer otro Curro, al igual que nadie toreará a la verónica como Paula, o poseerá el gracejo del Divino Calvo.


No hay comentarios: