La máxima del título no es mía, es de alguien que seguro que sabe mucho más que yo de toros y de las vueltas que da la vida: Patricia Navarro.
Y es que para vivir, es imprescindible ser feliz de vez en cuando para así poder equilibrar un poquito la balanza de la Diosa Diké a la que los romanos llamaron Iustitia.
Estos meses han sido duros de cojones. Ninguno hemos sabido lo que pasaba realmente por la cabeza de Diego, aunque hemos podido imaginarlo, porque cada vez que la esperanza se diluye en una charca oscura e interminable, se empieza a morir un poco.
El toreo no se olvida, como no se puede olvidar a la madre. Está ahí, en las yemas de los dedos, agazapado, esperando a una muchacha esbelta que responde al nombre de ilusión. Llegó hace unos días nada más, pero trae una maleta tan cargada, que lejos de pesar, parece que flota.
Y se quedará con él hasta que él quiera.
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