se filtra la desolación
de saber que éstos son
los últimos versos que te escribo
Se
podría decir que desde hace unos años, bastantes, una de mis utópicas ilusiones ha sido pasear en compañía de Juan por sus dominios, por la finca en la que
tanto disfrutó y a la que se escapaba en cuanto podía, dejando el
bullicio del Paseo de Colón para los otros sevillanos.
Gómez
Cardeña es como te la imaginas: austera, coqueta, andaluza y ante todo, muy
silenciosa. Algún pájaro de vez en cuando se atreve a quebrantar el
sosiego, pero enseguida todo se aquieta nuevamente a la regla cuasi benedictina, que en su día estableció Belmonte.
Veo
la placita de tientas y también el ventanal de su sala de lectura, me
acuerdo de la brillante tesis de Marilén Barceló: "vivir de milagro" y pienso que tal vez con lo que he visto, he leído y he escuchado de ese hombre, yo también estoy
en posición de escribir otra añadiendo al título un par de coletillas:
"o no, o vaya usted a saber".
Calderón, nombre imaginario del hombre que lleva toda una vida velando el cortijo, nos cuenta que Morante de cuando en vez, da, despacio, cómo no, sus buenos
paseos por la finca: "ya sabe usted còmo son esos toreros, no hacen más que mirar
hacia arriba y buscar la inspiración" y entonces me acuerdo de Gallito y
me sonrío pensando en Ignacio, porque él es muy de José, que por algo le viene de familia, y yo soy muy de
Juan.
"Suelen llegar curiosos, la mayoría con respeto. Se hacen una foto en la puerta y se van, pero más de uno intenta asomarse, entrar, incluso han venido con una escalera"
Yo solo quiero estar. Quiero aspirar el silencio y mirar al horizonte que dibujan esas tierras que hoy esperan descarnadas la semilla. Me gusta pensar el sonido que producían los cascos de su caballo al chocar con el cemento y sentir la frente sudorosa del caballero altivo que garrocha al hombro regresaba al cortijo cada atardecer.
Y con esa magia me quedo, con la sensación de haber compartido con uno de los Dioses del toreo un poco
de ese aire que respiró. No necesito más, ya hace tiempo que no necesito comprenderle, porque ya le he comprendido.
Para decir "con Dios" a los dos
nos sobran los motivos
Mi gratitud a Lorena por implicarse en todas mis delirantes historias.
Los versos son del Maestro Sabina.
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