sábado, 7 de septiembre de 2024

Fabio Jiménez: Lo que no está en venta.

 

Foto: Plaza 1


Me contaban mis amigos que alguien de Alfaro quería ser torero. Como siempre que nos hablan de desconocidos que por lo que sea sienten el veneno del toro, pensamos en dos cosas: 

a) Capricho pasajero

b) Uno más de los muchos que se quedarán por el camino

Me seguían contando mis amigos que alguien de Alfaro que quería seguir siendo torero, se había ido a la escuela taurina de Salamanca y que por lo que les habían dicho, no lo hacía mal. Me empezaba a picar la curiosidad. En la pequeña Gracurris se conoce todo el mundo y sabían que su padre era muy aficionado y poco más. Recuerdo la primera vez que lo vi en un tentadero en Salamanca: tenía cara de torero, tenía temple, pero no me dio ese chispazo que te da cuando ves a alguien diferente.

Pasó el tiempo y en la mañana de un memorable día en el que Morante nos dejó boquiabiertos -otra vez- con un Galache en Salamanca (no se puede torear mejor ni más despacio, o sí, pero sólo él), nos lo encontramos deambulando por los alrededores  de la Glorieta. 

-Vamos a invitarle a comer

Les dije a mis buenos amigos de Alfaro en voz baja.

Se vino sin dudar. Creo que tenía 18 recién cumplidos y durante la comida, empezamos a hablar de toros. Ese arte, el de la plática, parece fácil, es fácil entre los que nos movemos en este mundillo, porque fluye, porque nos sale de dentro sin pensar, pero cierto es, que hablar de toros también es una quimera en la que generalmente todos hablamos diferente idioma, y a veces, las más, aunque nos comprendamos, no nos entendemos.

Recuerdo que una vez en La Puebla del Río tuve la ocasión de charlar un rato con un matador de toros que en aquella época estaba en ese purgatorio que pasan los toreros cuando toman la alternativa y que ahora se acartela en todas las ferias. Me hablaba de "cojones" y otras gallardías y sinceramente, desconecté al minuto aunque ponía cara de escuchar. Hablar de toros, es hablar de lo profundo, del sentimiento, también de la técnica y del valor, cómo no, pero sobre todo es hablar desde dentro. Como le digo a mi querido Rubén Sanz: Todo el que se pone delante, aunque pasa miedo, tiene valor para ponerse delante, pero una cosa es ponerse delante y otra muy diferente es torear y lo mismo que me conmueve alguien que torea (lo que viene siendo torear, no lo otro), me conmueve alguien que sabe hablar de toreo, y Fabio, aquel día, hablaba de toreo y no sólo le comprendíamos, sino que nuestro idioma era el mismo.

Descubrí a alguien tan maduro y con las ideas tan claras de lo que quería ser y cómo quería serlo, que rápidamente lo archivé mentalmente en mi lista de novilleros a seguir y lo cierto es que me está dando muchas alegrías.

Temple innato, ideas claras y una esponja en el cerebro, que recoge cada migaja de toreo que se escapa de las gargantas de los que saben. Tomó la senda de esa tauromaquia castellana que se aprende en Salamanca (que nadie vea algo peyorativo en la frase) pero poco a poco, fue virando hacia su concepto: Cada vez más suave, cada vez más despacio, cada vez más puro, cada vez más sentido. 

Y ese concepto que a veces el gran público no entiende y que a muchos de los que amamos el toreo nos encanta, es el que sigue buscando desde entonces hasta hoy. Lo buscan muchos, lo encuentran pocos y otros, como Fabio, lo tienen y sólo han de pulirlo y desarrollarlo (casi nada).

Ayer charlamos un rato y yo era más pesimista que él. Hoy en día el público quiere movimiento, que todo aquello no pare y muchas repeticiones. Cantidad mejor que calidad, muertes fulminantes y muchos gestos cara a la galería. Quienes buscamos otra cosa, a veces nos sentimos muy incomprendidos y por aquello de la empatía nos ponemos en el lugar de los que están en el ruedo y pensamos que tiene que ser muy duro dar un natural al ralentí y que las almas no crujan con eso.

Una de las muchas cosas que me dijo, es que  toreaba para sentirlo él y para que lo sintiésemos los que somos capaces de "verlo" (el toreo) y que es consciente de la dificultad de la cruzada que ha emprendido, pero que no por ello, va a abandonar ni se va a pasar al enemigo del destoreo.

Cuando colgamos el teléfono, pensé: Este cabezota no se vende.



domingo, 25 de agosto de 2024

Diego Urdiales: El cielo (negro) puede esperar

 




Negras y húmedas arenas, gotas que se escapaban, molestas ráfagas de viento y la desgracia de ver pasar en el que hacía primero de Diego, tres toros por su capote: el de la Ventana del Puerto era bonito de hechuras pero se descoordinó sin tan siquiera rematar en tablas; el primer sobrero, que apuntaba buen son, se partió una mano y al final  salió uno de Valdefresno sin nada dentro, que en el primer muletazo, precioso eso sí, sacó la bandera blanca y dijo aquello de "hasta aquí he llegado".

Del manso quinto, que huía hasta de su sombra dando algún arreón de mala leche, mejor no escribir.

Dicen que Urdiales tiene mala suerte en los sorteos y lo cierto es que buena, no la tiene, pero a pesar de todo eso y de muchas tardes, no como la de ayer, porque la de ayer se me antoja insuperable, en este mundo tan difícil y en esta selva en la que se ha convertido poder ir bien contratado y con ciertas garantías a una feria, Diego ha conseguido el milagro de tres puertas grandes en Bilbao, que pudieran haber sido alguna más si Matías no hubiese tenido ese criterio tan personal (que por supuesto respeto) y uno de los triunfos más clamorosos en la primera plaza del mundo, en la que tres orejas y dos vueltas al ruedo hicieron que aquella tarde pasase a los anales de la historia.

¿Cuántos toreros han conseguido eso? y lo que es más importante para mí ¿cuántos lo han conseguido a base de TOREO?

A Diego Urdiales le avalan 25 años de alternativa, toreando no demasiado pero con muchos compromisos en plazas importantes, en las que la dificultad es mucho mayor que en una plaza de menor categoría. No sólo dificultad en cuanto a la valoración artística, sino también y por el tipo de toro que se selecciona para una plaza de primera, dificultad en cuanto a posibilidades de éxito.

Muchos de nosotros, amigos de Diego, miramos hacia atrás y nos da vértigo lo que ha conseguido. Sin ayuda, sin padrinos, sin facilidades de ningún tipo, con unas cuantas zancadillas y con la única defensa de su espada y su TOREO.

Pasa de largo Bilbao, que en otras épocas fue casi un salvavidas, pues que pase, porque el TOREO ya está escrito y a estas alturas, a ver quién  (con algo de conocimiento taurino) tiene bemoles de decir que Urdiales no forma parte de esos pocos elegidos que nos arrancan un olé ronco con un solo muletazo.

El TOREO es eterno y mientras tengas un capote y una muleta entre las manos, seguiremos esperando.

Tú más que nadie, nos has enseñado a ser pacientes, porque lo que realmente vale la pena, no puede ocurrir a diario, pues convertiría la eternidad en simple rutina.

sábado, 11 de mayo de 2024

Primera de San Isidro 2024: Deprisa, deprisa

Foto: Plaza1

Hace ya unos años que la primera plaza del mundo se ha convertido en una torre de babel en la que ya no es que se hablen muchos idiomas en función de las múltiples nacionalidades de los visitantes, es que el idioma taurino, que en la esencia y con sus comprensibles y bienvenidos dialectos, debiera ser uno, no lo es.

Ya no se entiende el lenguaje de los signos que va dejando un toro desde que sale por chiqueros, o se malinterpreta. No se sabe descifrar el porqué de cada acción-reacción de cada torero y su oponente y lo peor de todo, es que no interesa saberlo.

Madrid, esa capital de España a la que llegamos "los de provincias" con el ritmo vital  más pausado, tiene la prisa metida en las venas. Como escribía el otro día en twitter, los minutos de silencio son de veinte segundos, los alguacilillos llevan a los del paseíllo casi a ritmo de marcha atlética y los presidentes sacan el pañuelo blanco sin que ni siquiera se le haya podido dar un capotazo a un toro abanto de salida. Las faenas pausadas, rara vez se consienten (la última que recuerdo fue la de Pablo Aguado hace unos años en otoño) y eso de que haya un lapso de tiempo entre muletazo y muletazo, se lleva bastante mal. 

García Pulido se encontró con un toro de confirmación que exigía un conocimiento más profundo del encaste, para que los muletazos fuesen igual de profundos. Ganó el toro. El sexto tuvo el alma que le quedaba a la tarde, nada.

Morante  dio un recital de torería incomprendido con su primero, igual de intenso que su sainete a espadas y al segundo tal vez le atizó demasiado en el caballo, pero aún así, poco más que ese maravilloso inicio (con la espada de verdad en la mano) hubiese aguantado.

El tercer toro, primero de mi querido Urdiales, sale igual de abanto que sus hermanos, pero hay un momento en el que el Pirri le deja el bicho a Diego para llevarlo al caballo, que ya le indica al torero que puede servir para la muleta. Como he escrito, Madrid ya no repara en que un simple capotazo de un matador de toros, para colocar a un animal, en el que éste quiere meter la cara, puntea cortito el capote y empuja con el morro hacia adelante, sea una señal.

De hecho, Madrid se sorprende cuando ve que Urdiales (éste sí que no tiene prisa) les brinda un toro que ellos no entienden y más sorpresa les produce todavía ver cómo en el segundo muletazo el torero ya está toreando (lo que es torear), porque tampoco sabe, como sabe el torero, que el toro puede rendirse pronto.

Cuando la cátedra entra en la faena, llega el toreo a la mano izquierda y en el tercer natural que fluye y  se corea, el toro ya dice que no da para más y las embestidas cambian, no a mal, sí a peor, y sobre todo, a contraestilo de Madrid, porque aquello se ha de ralentizar y el personal no está para perder el tiempo. El bicho ya sale desentendido del embroque y cuando Urdiales vuelve a coger al derecha, el toro ya no es el mismo, porque se defiende, tardea y protesta aunque parezca que la sigue,  pero parte  del respetable no se entera y cree que el toro que antes no valía, ahora es muy bueno.

Después de tirarse como un león tras la espada, Urdiales reivindica su vuelta al ruedo tras  una petición, no mayoritaria pero suficiente y hace bien, porque está revalorizando el toreo frente a quienes sólo quieren movimiento y velocidad y tienen tanta prisa, que la vuelta al ruedo en cuestión no es que les moleste por merecida o inmerecida, les molesta porque ya quieren ver lo siguiente, cuando ni siquiera han sabido paladear el ahora.

domingo, 4 de febrero de 2024

Rubén Sanz: Viajeros al tren

                     

  

En Japón (hay que ver lo lejos que está el Japón) todavía se bajan de los trenes unos señores vestidos como un director de banda de música en un desfile, luciendo una gorra de plato que por lo que yo vi, siempre les queda grande. Aquí ese oficio ya se ha perdido, pero  en las escenas de las pelis en blanco y negro  rodadas  generalmente en sórdidas estaciones, de entre el vapor de las locomotoras, surge una voz, que grita ¡viajeros al tren! consiguiendo que como mucho, suba el protagonista y a veces, por otra escalerilla, el malo.

El tren de Rubén está a punto de llegar y ahí está él, esperando con una desordenada maleta de tanto hacerla y deshacerla intentando conciliar media docena de angustias, una bolsa de lágrimas, muchos miedos, porque el que no tiene miedo ni es torero ni respeta al toro, tres pares de responsabilidades, cuarto y mitad de sentimiento y un montón de arte y toreo. La maleta, si bien no es grande, pesa tela y  a veces duda si podrá con ella, pero Rubén está en forma, preparado para subir al vagón con su billete de segunda sin numerar, esperando ver una rendija, colarse en business y pedir un benjamín de champagne del caro.

Hoy, primera toma de contacto del año con dos animales en Calanda. Nada nuevo con respecto a otros Febreros, pero esa Chata de Soria guarda en sus arenas tantos toros soñados por Rubén, que no se nota que hace tiempo que no ve un pitón. 


Hace unos años era puro instinto, un tifón recién formado con prisa por absorber todo lo que tuviera a su alcance y buscar una salida, a ser posible, rápida. A día de hoy, el poso de la edad, miles de horas de toreo de salón y unos cuantos millones de cavilaciones taurinas, van forjando a un torero que ha aprendido a intentar pensar delante de la cara del toro cuando se debe y a dejarse llevar por las musas cuando se puede.

Yo no sé si los trenes pasan una vez, dos o cien, pero sí sé que ahora llega uno y de eso es de lo que hay que disfrutar y sentirse orgulloso en una estación vacía.

Suerte, amigo.

P.d. Las fotazas son de mi muy querido Carmelo Bayo, el Quijote de Oncala, el Menchevique de la tauromaquia, el Bécquer de La Cuesta, el Domador de gatos salvajes, el Espadachín Alatriste..., en definitiva: el hombre.


                  






domingo, 3 de diciembre de 2023

90 ramas de Romero



Noventa primaveras no exentas de unos cuantos duros inviernos tienen la culpa de que el Faraón de Camas haya alcanzado, de entre los mitos, la condición de eterno.

Mi padre ya hablaba de Curro en casa, de aquellas broncas (hasta en eso es especial) que durante años le perseguían por esas plazas de Dios, sin que nadie explicase el porqué de la fe inquebrantable de sus correligionarios. Para mí, aficionado en ciernes, la imagen de Romero, era la de un señor muy serio, entrado en años, agitanado, embutido en un traje de luces y resguardado por aquellos escudos que esquivaban los iracundos almohadillazos de quienes se sentían estafados. Con el tiempo se ha dicho, por el currismo obviamente, que aquellos enfados no eran producto de un engaño, sino consecuencia de la frustración por no verle torear. Cuando ya fui entrando en materia taurina, leyendo y viendo vídeos, maldije mi suerte de no haberle podido ver torear en la Maestranza. Sólo pude disfrutar de él en Burgos en un par de ocasiones y todavía recuerdo siete verónicas, siete y a un Gonzalito en perfecta simbiosis con su matador: con sólo levantar la mano en el burladero sin volver la cara, su mozo de espadas ya sabía que le tenía que poner un pitillo entre los dedos. "Qué bueno le sabe el sigarrito, Maestro", se escuchó desde el tendido. Y el Maestro asintió despacito.

Es muy difícil, para alguien tan limitado como un servidor, escribir sobre Curro Romero y no caer en los tópicos, repitiendo historias y anécdotas manidas sobre este ser tan especial, pero lo consiga o no, creo que como aficionado, se lo debo.

Estoy seguro de que si el Faraón volviese a nacer taurinamente en los tiempos que corren, hubiese sido un torero de los llamados "de arte" con muy pocas oportunidades y seguramente abocado al ostracismo. Hoy en día el público busca espectáculo, regularidad y arrestos, obviando en la mayoría de las ocasiones, el valor que hace falta para torear despacio y menospreciando la virtud del temple y el compás. Bien es cierto, que cuando en contadas ocasiones, a día de hoy se produce el "milagro", el desconcierto del personal al contemplar algo tan diferente, les lleva a plantearse en muchos casos, si lo demás merece la pena.

Curro fue y es un hombre sencillo al que aún a día de hoy, le sorprende y le agobia el agasajo y la idolatría existente hacia su persona y eso que Doña Carmen Tello ha ejercido con el torero una positiva influencia a modo de Pigmalión. Creo que de no tenerla a su lado, el de Camas, saldría poco o nada de su casa y se mantendría alejado de homenajes y eventos.

Curro fue y es un hombre sensible y ese es el mejor matiz que definió su toreo: el sentimiento. Consecuencia inmediata de ello: no se puede desarrollar algo que no se siente. A día de hoy tenemos todavía frescos esos tuits de Julián López "El Juli" en los que escribía: "hoy me he sentido". A sensu contrario, la interpretación de los mismos, es que había otros muchos días, incluso de triunfo,  en los que no se sentía. Curro se sentía siempre, y si no..., espadazo donde se podía y a otra cosa, porque torear sin sentir, no es torear; puede ser lucha, pelea, ansia de triunfo, pero no toreo. Y no me malinterpreten porque creo firmemente en que cada torero siente de una manera y que el sentimiento también existe en conseguir que una fiera corrupia no te arranque la cabeza, si bien a nivel artístico, eso es algo diferente.

Curro fue y es silencio consciente. Con el tiempo me he dado cuenta de que los pobladores de la tierra, a veces hablamos mucho pero no decimos nada. Cuando vi el final de la serie dedicada al torero, con esa mirada al vacío, nos dijo todo lo que en ese momento estaba pasando por su cabeza. Y es que, la reflexión a lo mejor no consigue hacer grandes toreros, pero sí grandes personas, seres que pueden presumir, aunque no lo hagan, de estar en la mayoría de ocasiones en posesión de la verdad, esa verdad  única que como escribió Tabucchi se quedó sola porque no encontró marido.

Curro fue y es, todo aquello que  nosotros no vamos a ser.

Nos conformamos con saber que está bien.

Felicidades Maestro.