Foto: Fermín Sagüés |
Tengo la grandísima suerte de ser bien recibido en casa de José Antonio Baigorri y cuando asisto a sus tentaderos, disfruto tanto como uno de sus negros cochinos disfrutan cuando se rebozan en el barro.
Ayer el compromiso era importante, había que abrir una nueva caja de Pandora y esperar a que con mucha suerte, quedase en ella la solitaria esperanza que encierra el secreto de la bravura. Según la mitología griega, Zeus, que tenía sus ramalazos de mala leche, regaló a Pandora, quien se esposó con el hermano de su archienemigo Prometeo (robó el fuego, se lo dio a los humanos y eso a Zeus le sentó como un tiro) una caja con la condición de no ser abierta, pero la curiosidad femenina de Pandora, desobedeció y procedió con su apertura a liberar todos los males del mundo. Cuando la cerró, sólo quedaba en ella una virtud: la esperanza, esa misma que albergaban ayer José Antonio y su hija Patricia, por encontrar un nuevo semental para la ganadería.
Y la esperanza se tornó realidad encarnándose en un eral que apunta buenas hechuras, de capa negra, algo salpicada, sin llegar a burraca, yo más bien definiría como muy meano y bragado, quizá no demasiado largo de cuello, pero con un fondo que a muchos de los asistentes, creo que todos, nos dejó boquiabiertos.
Nueve entradas al caballo de Juanma Sangüesa, de lado a lado de la placita de tientas y por supuesto contra la querencia, dejaron patente la bravura del animal, quien en las últimas reuniones, empujaba todavía con más clase que en las primeras. Imposible anotar un defecto en el jaco, del que costaba un mundo sacarlo a la llamada de las ramas de ese olivo, símbolo del que no quiere más guerra, que Noé Gómez del Pilar y el Piqui, esgrimían para evitar que el burel viese una tela antes de tiempo, no fuera a ser que el ganadero no decidiera "quemarlo" por no cumplir todas y cada una de sus exigencias.
Visto lo visto, a nadie sorprendió la clase que el eral fue desarrollando desde que Gómez del Pilar le fue marcando los caminos. Humillación por ambos pitones, colocando la cara, como se dice en terminología moderna, con mucha fijeza y arrancándose con buen galope en la distancia media, llegando muy templado al embroque y rebosándose en los finales. Entregado de principio a fin, siempre con el morrito por delante, como me gusta a mí y agradeciendo la exigencia de embestir por abajo.
Sólo Jose Antonio y Patrica saben si padreará, si ha cumplido sus expectativas y quién sabe, si lo hará con la becerra que se tentó en último lugar, con muy buenas virtudes, ya que si bien costaba "soltarla" al inicio de faena de muleta, se entregó mucho al final. La becerra en cuestión, nunca fácil, dio lugar a más de una discusión (deliciosa) en los corrillos que al calor de la candela y del vinito, se formaron tras la tienta.
Si tuviese que recomendar un libro sobre la cría del toro, sería el de Don Álvaro Domeq y Díez "El toro bravo". Del mismo os extraigo un parrafito que resume lo difícil que es ver lo que vimos ayer:
"Muchos toros de buena nota y trapío y con casta, tipo y nobleza, no dan el juego esperado durante la tienta debido a un sinnúmero de factores, como son la alimentación, temperaturas, estado de salud y finalmente la forma en que el animal sea tentado"..."¿a qué otras pruebas podríamos acogernos los ganaderos, que nos proporciones datos más fehacientes, y componer nuestros libros genealógicos de ascendencia?. No existen."
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