Ayer un torero de sevillana dinastía se volvió a vestir de luces y la plaza se llenó para saborear el particular gracejo de Pepe Luis. Cierto es que el compromiso le superó, pero verle un par de detalles para mí fue suficiente y no hace falta que la historia se repita: los acontecimmientos lo son, por ser únicos.
Además del citado, de Morante y de Manzanares, también se reunieron en ese cuidado albero de Illescas, el Sócrates de San Bernardo, Joselito el Gallo, su tío Rafael y Manzanares padre. Menudo cartel eh...
Nadie los vio, pero muchos los reconocimos.
PD.- no voy a hablar del indulto, pero sí del mal gesto, para mí, de una máxima figura que no necesita de aditamentos para triunfar. De hecho a ese sexto lo toreó con esa dulzura y plasticidad que sólo él es capaz de aportar al toreo.
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