martes, 18 de mayo de 2010

La tarde de los avisos


Si a alguno de los que ayer pisaron el ruedo le llegan a franquear las puertas, hubiese tomado el camino del metro vestido de luces y desmonterado por aquello de que el vagón sería plaza de estreno.

Lo de ayer fue pavoroso, pero no porque algunos novillos sacasen el genio malo y las malas ideas del encaste. No porque fueran mansos, ni porque su dureza quedara más que patente (las dos varas al sexto han sido las más duras que he visto en mucho tiempo), sino porque no puedes poner a unos chavales sin oficio a matar semejante corrida y esperar que el público te lo agradezca.

Los novillos de Moreno Silva (no todos porque hubo alguno más que aprovechable) daban pie al lucimiento. Si si, he escrito bien: al lucimiento de cualquier coletudo con las ideas claras, con conocimiento de terrenos y con sentido de la lidia, porque no olvidemos, que Madrid, sabe apreciar un buen trasteo (que también es torear) y una estocada. Con eso, sólo con eso, hubiera sido más que suficiente en aquellos que no se dejaron para que Madrid, insisto, se hubiese roto las manos aplaudiendo.

Pero como suele suceder en estos casos, nadie supo hacerlo porque quizá, no hubo nadie capacitado para tal menester en el ruedo.

Y por qué no lo hubo?.

1 comentario:

En Barrera dijo...

El escalafón de novilleros funciona al revés. Antaño los novilleros se rodaban por los pueblos, cuando estaban cuajados y tenían ambiente iban a las ferias, ahora tienen que ir a las ferias por si acaso la moneda sale cara y cambian el rumbo de su carrera.