sábado, 2 de octubre de 2010

Crecer

La vieja plaza de Arnedo, aquella en la que nos sentíamos tan arropados, tan agolpados en los palcos y tan "asoleados" en las otoñales tardes de las postrimerías de septiembre, nos enseñó, más bien les enseñó porque yo soy un mero espectador, a todos los aficionados de Arnedo, a ver novilladas, a aplaudir lo que está bien, a vibrar con lo emocionante, a pitar o guardar silencios en los momentos oscuros, y sobre todo, a comportarse con la generosidad y comprensión con la que se comportaron ayer con David Galván cuando escuchó el tercer aviso en una tarde en la que los novillos de "el cubo", mansearon todo lo que pudieron, desarrollaron malas ideas y abastecieron de carne a la ciudad para una buena temporada, porque desde luego, chicos no eran.
A todos en un momento u otro de la vida, nos han mandado un toro a los corrales, pero como dicen por ahí abajo, "los que hay que matar son los güenos" y desde luego el ganado de ayer no era digno de esa afición, ni de esa plaza, ni de las ilusiones de quienes estoquearon la novillada.

P.D.- Saludos cordiales a mi amigo Pedro al que tengo el honor de conocer y que me hace un hueco en su bodega para comer hoy.

P.D1.- Y a su bella esposa
P.D2.- Y a sus encantadoras niñas.

(Lo que hay que hacer por un plato de rancho).

1 comentario:

Pablo García-Mancha dijo...

Una bodega maravillosa (y una esposa encantadora). Llevas razón