Ayer me cené la corrida de los Adolfos de este año de Valencia. Ya la había visto, pero no me suele importar repetir, es algo que no me aburre y siempre se acaba por apreciar algún detalle nuevo. Alberto Aguilar me hizo pensar en lo duro que es esto (sólo hay que ver lo que sigue matando durante toda la temporada) y su hermana, a la que localizaron las cámaras del plus, me conmovió (a lo mejor es que a estas alturas de año estoy más sensible). Hay mucha gente, muchos familiares de toreros y amigos íntimos, que están ahí, a su lado toda la temporada y que como la hermana de Alberto (lamento no recordar su nombre), lloran de emoción cuando los derechazos son largos y de tristeza cuando la suerte es esquiva. No todo el mundo es tan expresivo como esta chica, pero seguro seguro, que la procesión va por dentro, así que, desde esta pequeña bitácora, un abrazo para todos ellos, para los incondicionales, para los que están a las duras y a las maduras y cómo no, un monterazo simbólico, porque si hay alguien que merece un brindis por parte de los coletudos, son precisamente esos que casi ni se ven porque están siempre en su sitio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario