Va por tí, maestro

Conocí a un tipo enjuto, más bien tímido y callado, sobrio en sus opiniones, mesurado, cabal y con una cultura e inteligencia taurina fuera de lo normal. Ahora que lo conozco más, sigue siendo enjuto, pero habla por los codos y dice las mismas tonterías que decimos todos aunque con una diferencia, escuchadas de su boca parecen preceptos coránicos.

Conocí a un tipo enjuto, extraño, a quien todo su círculo de amistades quiere y protege (por algo será). Nunca rechaza una invitación a comer ni a cenar, salvo que haya mejores planes, por supuesto. Llevo un tiempo viajando con él y lo quiera o no hemos compartido algo que niega: ronquidos de alcoba, que eso une mucho y hasta hicimos un curso de toreo práctico "a la limón" porque en eso sí que nos parecemos, somos gente aguerrida, tanto es así, que le tengo que ir sujetando la boca por los tendidos para no terminar declarando en un juicio, porque todo el mundo puede opinar, pero a su Diego que no se lo toquen.

Conocí a un tipo enjuto, un soñador, un ácrata, un poeta, un escritor sin acentos, un aprendiz de Sabina y un crítico, mi mayor crítico: no le gustan mis fotos, no le gusta lo que escribo, no le gusta lo que pienso, no le gusta lo que digo, e incluso me tiene cierta inquina..., lo cual, lejos de molestarme, me estimula para intentar convencerle de que a lo peor no es tan malo tenerme de amigo.

Capote a la espalda maestro, y a torear que la vida es larga y ya verás como aunque estamos en época de sequía, siempre que llueve, escampa, y si hay cornada..., ya sabes, a la camilla, pero como en Barcelona.