martes, 7 de febrero de 2012

Guarromán: El mundo que cabe en un zapato de plata.





Resulta alentador observar (término que para mí es un compendio de mirar fijándote en lo que ves y escuchar pensando en lo que oyes) como en un pueblecito de Jaén con un nombre más que extraño (proviene del árabe Wadi-r-rumman : río de los granados), el mundo de un novillero, ese que tanto nos gusta porque todavía no conoce el arte del engaño, cabe en un pequeño zapato que anhela calzarse más que nada en el mundo.

Convivir con ellos, con alguno de sus mentores, con sus padres, con los maestros de sus respectivas escuelas taurinas, te reconforta en la mayoría de los casos. No dudo que haya buitres revoloteando sobre la carne débil, pero generalmente el altruismo y la propia fé de los chavales se pasean por los salones de la Mezquita, nuestro centro de reuniones antes y después de cada tentadero.

Creo que ha pasado un año más y seguimos sin descubrir a otro Morante, o quien sabe, a lo mejor ese chaval que hoy no ha podido con su becerra, mañana revienta Sevilla volcando en su albero todo el frasco de esencia.

El triunfo, el poder clasificarse, para ellos es lo de más y para mí lo de menos porque mi meta es que esto siga existiendo, que sigan naciendo mimbres para formar el cesto, que siempre haya alguien que los apoye en su anhelo y que allí, en Guarromán, se sientan tratados con amabilidad y respeto, porque como dice el Almendro, ese viejo torero que sigue al pie del cañón en su maltrecha escuela de Camas, “para ser torero, hay que ser persona” y cualquier persona debe y merece respeto.

Podría contar muchas historias de esta undécima edición de tentaderos, pero prefiero dejar que la imaginación de cada cual se ponga en novillero e intente torear una becerra como en el mejor de sus sueños taurinos.
Los clasificados son David Garzón, Brandon Campos y Alvaro Lorenzo.

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