Iba a escribir sobre lo duro que es el mundo del toro, pero tal y como veo las cosas a día de hoy me parece un insulto olvidar a unos cuantos millones de parados, a unos cuantos millones de jóvenes que no saben que les deparará el mañana, a la gente del campo que mira al cielo esperando que llueva o que deje de llover, a los albañiles sin ladrillos que colocar, o a los comerciantes que no ganan ni para pagar el alquiler.
Así que dejémoslo estar y que Dios, ese Dios de los toreros, reparta su suerte no sólo para ellos, porque o mucho me equivoco, que ojalá, o la vamos a necesitar.
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