sábado, 27 de octubre de 2012

Torerista o torista?



No soy partidario de los extremos, si bien y aunque la dicotomía que planteo me parece absurda y viciada de inicio, mi conclusión que ya adelanto, es que tengo "el corazón partío".
El toro es el eje central de nuestra pasión, en torno a él gira el rito ancestral, esa ceremonia que desde tiempos remotos ha ido evolucionando de lo lúdico a lo espiritual, de lo "viril" a lo artístico, del atropello a la razón al elogio del sentimiento.
Se que a personas como mi amigo Enrique ó a Isa, esto del sentimiento, del arte, del espíritu, les chirría siempre y cuando el oponente, el actor fundamental, salga al ruedo en inferioridad de condiciones, y también se que a cualquier torero que pisa la arena, cualquier "cosa" con más o menos cuernos, le hace pasar miedo.
Un toro sin trapío es menos toro y a nosotros, los del tendido, nos parece un engaño. En cambio a los de abajo, a quienes se visten de luces, el trapío no es que se la traiga al pairo, pero casi. Buscan hechuras de embestir, buscan una conformación córnea (el tamaño les importa relativamente) que quepa en la muleta, que les deje estar, que les deje ponerse, buscan movilidad y sobre todo humillación. Nosotros queremos ver a un toro y disfrutar de un torero, y los coletudos quieren hacernos ver de lo que son capaces, transmitirnos sus sentimientos en cada muletazo; es la postura del egoísmo que alguna vez he comentado con mi amigo Gonzalo Ortigosa: soy grande porque hago arte de la dominación de una fiera que me puede quitar la vida y aunque vosotros penséis que no da miedo, lo da y mucho y aunque opinéis que no tiene dificultad, la tiene.
Tal vez todas estas reflexiones son las que me conducen a disfrutar de un toro con trapío, de un animal que no parece un moribundo bobo entregado a su destino, pero también me hacen entusiasmarme con el torero que es capaz de transmitir lo que siente a través de una estética conmovedora. No es que a esos tres o cuatro que me han llegado tan adentro les perdone que sus toros sean o hayan sido "chicos", pero no puedo evitar que mis entrañas crujan ante la belleza "diferente" de un muletazo.
Se que hay muchos a quienes esto de la estética les parece un invento moderno y que por tanto mi argumento falla precisamente por la premisa, pero yo me niego a pensar que debemos seguir anclados en la contemplación de un espectáculo consagrado a la muerte, a la emoción y al miedo únicamente, más que todo, porque la evolución, positiva o negativa, es inevitable, y  quien lo dude, que tire de hemeroteca.

1 comentario:

Enrique Martín dijo...

Isidro:
Joer, es que vas a provocar, jejejejeje. La verdad es que eso de ser de uno o de otro, como bien dices, es un error de principio. Creo que uno da valor al otro y que la bravura, la casta o el trapío, no están reñidos con el arte; precisamente ahí está la grandeza del que lo logra. Luego nos han querido vender motos diciéndonos que pedimos un imposible, algo que nunca ha existido, pero igual que tú, yo haces, yo también les mando a que tiren de vídeos y vean que hay cosas que sí son posibles.
Un abrazo