domingo, 24 de febrero de 2013

Iván Fandiño: Una ráfaga de viento


Ayer Iván Fandiño y su apoderado Néstor García, se desplazaron hasta Alfaro (La Rioja) para recoger un premio entregado por el Club Taurino de la localidad al torero de Orduña, que dejó bien claro que era de cerca de Bilbao porque con la  rasca que hacía (copos de nieve y mucho frío), vestía unos vaqueros, camisa y americana, como si esto fuese Málaga.
Después de la introducción de Pablo García Mancha y un vídeo realizado por la web del torero surgió una conversación-entrevista más que jugosa entre el periodista y el coletudo. Yo, que no me quedaba a cenar y por ello no estaba pensando en el mantel y la servilleta, la disfruté tanto que se me antojó breve ya que, precisamente cuando la cosa estaba tomando cuerpo con intervenciones de los asistentes y del propio apoderado, hubo de interrumpirse por mor de la pitanza.
Fandiño lo tiene claro: disfruta de su profesión, ama al toro y junto con Néstor, un apoderado que desde hace años le va guardando las cabezas de los toros para cuando estrene su nueva casa, ha elegido un camino duro y difícil del que no piensa moverse.
Quiere torear todo tipo de corridas, quiere matar todo tipo de encastes y lo quiere hacer con todo tipo de toreros, y no sólo eso, pretende que los demás también lo hagan. Es un reto difícil, pero él es tozudo y si aquel Carriquiri pavoroso de Madrid no consiguió mover ni un ápice sus zapatillas, será complicado que los despachos y el "sistema" lo hagan. O a hombros o en camilla, así acabará en su más que noble cruzada que en estos tiempos que corren y tal y como está montado este tinglado, se me antoja más bien como una quimera.
Me sorprendió su autosuficiencia como torero: no bebe de nadie para desarrollar su concepto, se limita a buscar dentro y a seguir mejorando a base de interiorizar el toreo. No cree que entrenar de salón vaya a aportarle nada más allá de algo de técnica y piensa que es delante de la cara del toro donde se desarrollan virtudes y se aprende a mejorar los defectos, de hecho en la mañana de ayer ya se había matado cinco toros el solito (ni uno, ni dos, ni tres..., cinco, para qué vamos a andarnos con nimiedades).
Me gustó escuchar a este "encaste minoritario" porque me agrada comprobar que aunque parezca que no, algo se mueve en esto del toro, algo diferente, ese algo que tiene que ser el detonante que nos saque de la rutina y que empuje al público, al que él se debe, a llenar el  cada vez más presente cemento de las plazas.
Una persona libre, un torero feliz de serlo (libre y torero), un viento del norte que de momento es molesto, pero que tarde o temprano hará volar todos los papelillos a su son.




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