lunes, 16 de septiembre de 2013

La amargura de Fernando


Lo vi ayer, él estaba en Nimes y yo frente al televisor asistiendo a la repetición de la miurada, que tuvo de todo: de los que "dan bocaos" y de los que medio se dejan sin dejarse. Le arrancó una oreja al quinto después de evitar que ese quinto se la arrancase a él junto con la cabeza y el resto de extremidades.
La primera vez que lo vi "in situ" fue en Madrid, en una Feria de Otoño hace ya unos años, en la que se jugó la vida delante de un Adolfo. Todavía recuerdo como una voz ronca, de esas que antaño dictaban reconocidas sentencias, gritó con cariño desde el siete: ¡Vamos Fernando, que eso es verdad!. Desde aquel día respeto a Robleño y leo las reseñas de sus actuaciones con interés. Digan lo que digan y opinen lo que opinen, es un buen torero y ha pasado de ser un tío valiente a tener armas estéticas para defenderse. Ha mejorado con capote y muleta y ha ganado en colocación en las series. Creo que es de los pocos que ahora tienen como meta la verdad del toreo.
Y después de cortar esa oreja en ese coso romano, después de luchar como un gladiador frente a esa fiera corrupia, cuando le acercaron el micrófono, yo se que no estaba feliz, o tal vez si lo estaba por seguir vivo, pero sus declaraciones fueron algo así como: "Un aviso para quienes lo hayan visto, yo se hacer esto, pero lo que mejor se me da es torear bien". Y a mí, esa pequeña excusa, ese pedir perdón por tener que haber luchado contra un toro y ganado, me sonó a amargura, me sonó a: "yo quisiera poder demostrar cómo toreo si  es que alguna vez me dan la oportunidad de hacerlo, llevo ya demasiados años matando esto y creo que ya es hora".
Seguirá jugándosela con Miuras, con Adolfos, con Escolares, con Cuadris y con todo lo que le echen, pero no se equivoquen señores..., éste lo que quiere es torear.

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