jueves, 9 de enero de 2014

Los pliegos: el camino a elegir.


Ves en la foto a dos toritos?, cada uno va en una dirección, pero ambos persiguen un mismo objetivo: saciar su apetito. Actualmente y dado el estado creado por diversas circunstancias, creo que nuestros Ayuntamientos, Diputaciones y demás entes públicos propietarios de plazas de toros deben valorar cual es el "apetito" a saciar: pueden intentar rellenar sus maltrechas arcas (y correr el peligro de que la empresa adjudicataria no suelte un taril como ha ocurrido en Zaragoza) ó pueden sembrar hoy para recoger mañana y llenar el buche a placer cuando proceda.
Vaya por delante que no tengo ni idea de pliegos, de cánones y demás condiciones que pueden establecerse para que una empresa acceda a la gestión de un coso taurino de esos de cierto nombre, ya que por desgracia hay muchas pequeñas localidades en las que poco se puede pedir al empresario (económicamente hablando, por supuesto). Si yo fuese Ayuntamiento, Diputación, ó ente publico propietario de una plaza de toros, con la que está cayendo, con la crisis de afición que hay y sobre todo, si mi plaza durante los últimos años registra unas entradas pírricas (sin entrar a discutir por culpa de qué o quienes), redactaría un pliego basado en la cordura y la paciencia. Claro que hay que intentar ganar dinero con tu inmueble, para eso lo alquilas, pero..., en el caso de las plazas de toros se produce una circunstancia especial, una "disputa" de derechos del ciudadano a proteger: por un lado está la obligación real y legal de rentabilizar al máximo el inmueble y por otro lado, mira por donde, tenemos a ese ente inmaterial que es la tauromaquia como Patrimonio Cultural que evidentemente también hay que proteger en pos de ser consecuentes con las decisiones parlamentarias.
Lo lógico, lo deseable y tal vez lo inteligente, sería compatibilizar ambas opciones con cierta "mano izquierda", o derecha para que no se me enfaden los políticos: Vuelvo al ejemplo de Zaragoza, una plaza con una feria importantísima antaño, con unas grandes entradas, y deduzco porque no lo he comprobado, que con unos buenos beneficios que daban para contentar a arrendador y arrendatario. Si, evidentemente eran otros tiempos y ahora no podemos pretender en esa plaza el lleno tarde tras tarde. O tal vez si?. Quizá si ofreciésemos unas condiciones más que favorables a las empresas, con un canon mucho más moderado que la mitad del que ya estaba establecido, sin pegar mordiscos (de momento) sobre el porcentaje de entradas vendidas y estableciendo unos precios razonables en las mismas, a lo mejor podríamos conseguir que esa empresa se preocupase por ganar dinero de la manera más sencilla: volviendo a llevar a miles de zaragozanos y foráneos a su antigua localidad de la Misericordia, mediante carteles atractivos, ganaderías en buen momento y presentaciones dignas, es decir, haciendo las cosas como deben hacerse.
Si dentro de dos o tres años Zaragoza vuelve a brillar, que se suba el canon y que se le peguen todos los mordiscos que se quieran a la parte correspondiente de venta de entradas, pero lo primero y a fin de proteger el Patrimonio Cultural, o sea a la tauromaquia, vamos a curar al enfermo, a estabilizarlo de sus heridas y a hacer que se recupere.
A lo mejor lo que acabo de escribir es de imposible cumplimento, o a lo mejor no. Que decidan los que pueden y deben, el camino más adecuado a seguir, pero que cuiden al, reitero, Patrimonio Cultural, que también están para eso.

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