martes, 7 de octubre de 2014

Cuando éramos de Urdiales


Una familia, unos cuantos amigos de los de verdad, un periodista obsesionado con el toreo bueno y para de contar: todo eso tenía Diego hace unos años, cuando Madrid no sabía ni de su existencia y cuando le vimos salir "al pico" de una vaca agotada que habían toreado ya unos cuantos novilleros bajo la lluvia en aquella placita de tientas cercana a Despeñaperros. Aquella imagen no se me olvida, ni la conversación, casi bronca, de la noche anterior en "La Mezquita". Creo que aquel día, sin  casi conocerlo realmente, se ganó mi respeto porque alguien que sueña una bonita quimera y cree en ella, lo merece. 

Le decía a Marta: esto lo arreglo yo en diez minutos, y llegó un trece de mayo en Madrid y lo arregló, no porque comenzase a matar cincuenta, sino porque esos amigos que él tenía, se multiplicaron por dos y esos periodistas que veían en él algo especial ya eran más de tres.

Poco a poco nos fue metiendo en el "canasto", nos enseñó lo que es el toreo, cómo hay que vivirlo y cómo hay que vivir la vida, con sencillez, pero con orgullo y siempre de frente. Recuerdo que yo al principio, aunque evidentemente no le decía nada, discrepaba de sus decisiones y recuerdo también que en cierta ocasión me dio a entender que taurinamente hablando yo no distinguía la izquierda de la derecha. No le faltaba razón y la cura de humildad fue importante porque ver el toreo es difícil y verlo  y juzgar desde fuera más todavía, así que lejos de ofenderme, con aquella verdad me estimuló y me invitó a seguir aprendiendo poco a poco lo grande que es dominar al animal más bello de la creación con unas pinceladas de arte.

Desde entonces hasta el día de hoy ha llovido bastante, han pasado muchas cosas y hemos "toreado" con Diego en muchas plazas. Nos han tratado de locos, de forofos, de pesados, de paisanos, de ingenuos, de vendidos, de comprados y hasta de lunáticos, pero os puedo asegurar, que a pesar de todos los sinsabores, las alegrías y la amistad han ganado la partida y nadie se ha "borrado" por una razón muy sencilla: porque el que más ha creído en él y el que más nos ha ayudado a creer en él ha sido el propio Diego y que no se me olvide, el amigo Villalpando.

El toreo va rindiéndose a sus pies poco a poco, como una hilera de fichas de dominó van claudicando quienes no creían en el concepto de la pureza, y poco a poco sus seguidores van creciendo en número. Es sorprendente como antes el personal nos preguntaba por el torero en un tono un tanto irónico y ahora nos dan la enhorabuena por la calle como si toreásemos nosotros. La verdad es que estamos todos encantados de que cada día seamos más y damos la bienvenida a quienes vienen a disfrutar de una persona y de un torero, porque aquí no sobra nadie y a ninguno de nosotros se nos pasa por la cabeza, ni remotamente, el contestar eso de "¿ves?, ya te lo decía yo" porque sería una necedad.

A día de hoy y después de lo ocurrido durante este año, me atrevo a decir que a Urdiales le espera un buen 2015, que no va a torear sólo diez, que va a ser reconocido en todas las plazas en las que actúe y que va a seguir creciendo como torero y como persona, porque para quien no lo sepa, es cabezota y perfeccionista como nadie y estoy convencido de que va a devolver al toreo toda la felicidad que le está proporcionando.

Ojalá pudiese nombrar de uno en uno a todos los que forman parte de esta gran familia y a los que van viniendo, pero ya no caben en un blog y no quiero ofender a nadie olvidándolo, así que voy a limitarme a decir, que va por vosotros, por los que amáis el toreo, por los que os emocionáis con un natural y cómo no, por Diego Urdiales.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

OLE tus cojones,no lo podría decir mejor.

Diego Espuelas dijo...

Si señor, va por nosotros, por Diego y por su toreo eterno. Precioso artículo.