lunes, 13 de julio de 2015

Céret de toros y de todos


Sí, posiblemente sea un anacronismo donde el pasado, el presente y quien sabe si el futuro de la tauromaquia, se dan cita. En esta curiosa localidad francesa, como mínimo un par de componentes que que en nuestro país hoy en día están poco bien vistos, consiguen llenar hasta la bandera, no ya una plaza de toros, sino todo lo que rodea a la feria.
Más allá de la política, en la que no entro, el catalanismo de este pueblo puede ser una muestra de que la cultura (le pongamos el adjetivo que le pongamos) es una seña de identidad que no entiende de fronteras físicas. Si lo será, que hasta dan toros. 
Vivir la feria de Céret no implica tener que compartirla, pero sí respetarla y comprenderla: Pamplona y sus ruidosas peñas, Sevilla y sus silencios, Madrid y su poca paciencia, son plazas a las que acudimos sabiendo lo que vamos a ver y escuchar en los tendidos. En Céret ocurre lo mismo: Su torismo es suyo y su concepción del toreo también. Quien allí acude, sabe a lo que va, lo que tiene que hacer en cuanto al rito no escrito de la plaza y lo que le va a salir por chiqueros.
Este fin de semana hemos disfrutado de toros, con el borrón de Dolores Aguirre, que ha adolecido de muchas carencias. Pero tanto los Gracilianos como los Adolfos fueron más que interesantes. Presentaciones y hechuras algunas verdaderamente pavorosas en cuanto a tamaño superlativo, pero es lo que hay y lo que su público desea. 



Creo que debo felicitar a los ocho toreros que han participado en la feria, porque el trago que se tiene que pasar ahí abajo, no es broma. 













También  es justo felicitar a todos los "piquegos" como dicen ellos, que han intentado con mayor o menor fortuna estar a la altura de lo mucho que esta plaza les demanda.






En cuanto a lo lúdico, Céret vive la fiesta como si no hubiera mañana y por qué no decirlo, además de vivirla, la bebe, pero siempre dentro de unos márgenes perfectamente delimitados. Sus gentes son agradables y simpáticas y allí siempre encontraréis buen trato, os lo aseguro. Música, desfiles, encierros y gastronomía se dan cita para "adornar" más si cabe, esta fiesta del toro por antonomasia.
Una recomendación personal: L'atelier de Fred, un pequeño restaurante donde se cuidan los estómagos agradecidos como el mío y donde por un precio no excesivo para la calidad que ofrece podéis comer y beber como marqueses, disfrutando de la amabilidad y belleza de Delphine y del propio Fred que vigila hasta el último detalle.




El año que viene, más y como mínimo, igual.

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