martes, 12 de julio de 2016

Vivir en minoría

 
Fotografía: Miguel Pérez-Aradros.

Volvía ayer de Pamplona escuchando la radio, la primera que sintonicé. Decía un contertulio de esos que de todo saben, que nuestro país ahora tiene una oportunidad para demostrar que en el juego democrático también tienen voz y voto las minorías y que si por aquello del vaya usted a saber y de un mal ejercicio de la responsabilidad que un votante  otorga, llegábamos a unas terceras elecciones, se habría demostrado tristemente que España es bipartidista y que no hay lugar para las ideas minoritarias.
El bipartidismo para mí, es algo excluyente: todo es blanco o negro. No hay gamas de grises, ni siquiera blancos sucios, blancos rotos, o tonos pastel. En el toreo eso no pasa y las suertes de colores son infinitas: tenemos desde un azabache a un espuma de mar, pasando por un gris perla y si de azules, verdes, o rojos hablamos, las definiciones son innumerables.
López Simón dejó que el tercero de la tarde buscase su muerte al refugio de tablas. No era necesario el verduguillo, el astado iba a doblar en cuanto llegase a su querencia cacareada ya de salida, pero allí en Iruña hace tiempo que las peñas ven la muerte del toro como un mal cada vez menos necesario para que la fiesta continúe y ésta ha de ser rápida supongo que con la idea de evitar sufrimiento al animal. 
Mientras el Jandilla doblaba escuché un coro airado que gritaba "fuera la espada" y como en otras ocasiones, muchas ya, sentí que cada vez somos menos, que nuestro derecho como aficionados a la tauromaquia, se está viendo cercenado por una incipiente, todavía minoría, pero que crece como lo hacen las hierbas en las tomateras si no pasas la azada a menudo. Es una minoría implacable, organizada y obtusa que sabe cómo hacer daño, que sabe dónde nos duele y que no tiene reparos en barrenar la herida (y ahora estoy recordando algo que ni siquiera voy a nombrar).
No quiero entrar en los tópicos ni hacer demagogia porque es demasiado sencillo. Prefiero hablar de derechos y lo cierto es que mi derecho como minoría cualificada, no es menos derecho que el del que opina lo contrario y no por ello le deseo la muerte, ni le insulto, ni le ofendo. Simplemente me limito a ejercerlo y reivindico mi libertad para ello, como reivindico la libertad para ejercerlo de quienes son antitaurinos, porque lo tienen y es legítimo, pero ha de ser ejercido como tal y no como una aberración del mismo.
El blanco y el negro llevan destrozando a la sociedad desde la noche de los tiempos y no aprendemos, no hemos aprendido nada. Cada día que pasa percibo más rencor y menos comprensión y esto me lleva a pensar que tal vez ahora esté comenzando el verdadero ocaso de las minorías, pero no a causa de la ley natural del tiempo, sino por algo mucho peor y más peligroso: el odio.

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