sábado, 3 de septiembre de 2016

La víctima de la Fiesta




No es el mejor cuadro de Zuloaga, o al menos no es el que uno piensa cuando le nombran al de Eibar, pero a mí me fascina. Hace unos años tuve la suerte de admirarlo en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, porque el lienzo forma parte de una colección neoyorquina y digamos que tiene allí su residencia.

De la vida de este pintor vasco no estoy excesivamente ilustrado, pero por lo visto su familia no hacía carrera del muchacho, quien probó bohemia más que fortuna  en la Francia de los mejores impresionistas y post-impresionistas a los que llegó a conocer, compartiendo, imagino, las correrías nocturnas de ese París Lautrequiano que aún hoy en día, tanto nos atrae a muchos de nosotros. Posteriormente recaló en Sevilla con un curioso y peligroso trabajo de "pagador" de soldadas a los mineros. Allí ingresó en la escuela taurina de Manuel Carmona y llegó a matar unas cuantas novilladas sin excesiva suerte, anunciándose como "El Pintor".

Hasta la llegada al poder del régimen franquista, Zuloaga nunca satisfizo a nadie en cuanto al mensaje "político" de sus cuadros y sus palabras (el arte es tan extrañamente libre que cada cual puede obtener el mensaje que desee de una obra). No terminaba de cuadrarle al nacionalismo vasco porque lo veían demasiado español y al nacionalismo español, por lo visto tampoco. Si alguien tiene curiosidad que busque por ahí  los entresijos de la llamada Cuestión Zuloaga. Su decepción con la idea republicana, le llevó paradójicamente  a abrazar a la España de Franco, al igual que a unos cuantos correligionarios más de esa generación del 98 que tanto ha marcado culturalmente a nuestro país. ¿Que Zuloaga era un facha?, pues posiblemente, pero ante todo, para mí fue un gran pintor, un genio y... le apasionaban los toros.

Este buen amigo de Juan Belmonte se vio muy influido en cuanto a su pintura por autores como el Greco, Don Francisco de Goya y un tal Velázquez. Con un vistazo simple al cuadro se pueden apreciar esas tinieblas y ese uso del color que unen a los tres genios.

¿Pero quien es la víctima de la fiesta? ¿Es el Segoviano, ese picador malvivido y alicaido? ¿Es ese Rocinante que homenajea a Cervantes? ¿O esa Sepúlveda castellana y sombría que se divisa al fondo?. Qué casualidad más triste y premonitoria, Sepúlveda...

¿Y si ese nuevo caballero de la triste figura fuese España? No puedo evitarlo, esa obra pintada en 1910 y ese título me recuerdan demasiado a este 2016 que estamos viviendo ahora y no sólo en lo político y en lo social, que también (somos víctimas de una fiesta macabra en la que nuestros políticos son incapaces de gobernarnos y en la que nuestros vecinos, conciudadanos, abusan de un pretexto tan triste y lamentable como es la muerte de un ser humano, para lanzar dardos envenenados contra todo y todos aquellos que se les ponen por delante, sin el menor decoro, amparándose en el supuesto bienestar del toro bravo), sino en lo estrictamente taurino.

Ese picador resignado y ese rocín apático me recuerdan también que la suerte de varas se está extiguiendo, que picar es un pretexto para cambiar de tercio. Me recuerdan que Bilbao, ese último puerto de categoría especial del verano, está perdiendo su identidad, que la presentación no es la que era, que los precios son escandalosos, que el espectáculo no compensa salvo en coletazos aislados y todo ello me lleva a pensar que la víctima de la fiesta no es el público de aluvión, ese que va a cinco corridas al año y que se divierte por el mero hecho de ver de luces a las figuras famosas, o ver a las famosas "a secas"  en los tendidos. La víctima es el aficionado, el que tiene este veneno metido en las venas, el que ve la corrida como un rito de riesgo y de arte en el que, salvo en muy contadas excepciones,  es necesario el primero para que se de el segundo. 

O quizá, y volviendo a Zuloaga, la víctima sea este pobre país que abomina de lo que desconoce, que  cree que los anacronismos son patrimonio de bestias e ignorantes y que abraza la cultura de Youtube, esa que nos permite contemplar a millones de gatitos haciendo gestos de humano ñoño...

La historia de nuestra piel de toro siempre nos habla de vencedores y vencidos. Tendrá que ser así y supongo que así será nuestro destino, pero que nadie se olvide de que no siempre los vencidos son las víctimas, ni los que vencen, verdugos.

No hay comentarios: