jueves, 31 de agosto de 2017

Salvador es necesario




Siempre había pensado en él como un hombre del barroco más abigarrado en el que a la vez confluían todos los tormentos decimonónicos,  pero gracias a Simón Casas, sí, digo bien, descubrí que el alter-ego pictórico de José Antonio Morante Camacho, no era otro que el Genio Dalí, ese al que inmortaliza con tanto arte en una extraordinaria fotografía que ahora delimita y hace saber al viajero que está entrando en territorio Morante: La Puebla del Río.

¿Alguien puede imaginar que en nuestra maravillosa literatura no existiese ese otro irrespetuoso manco llamado Ramón María del Valle Inclán? ¿Acaso podríamos borrar de un plumazo las letras cucufatas de Krahe? ¿Kobi no fue la mascota del 92 como Naranjito fue la del mundial de fútbol?
A todas estas preguntas y a alguna más que omito para no cansar, la respuesta es "sí, pero...".

Los "peros" nunca son baladís y mucho menos en el caso que nos ocupa. Podríamos entender la pintura desde Goya y Velázquez hasta hoy sin nombrar a Salvador Dalí, pero nos perderíamos la obra de un genio, que no por incómodo, estúpido o aprovechado, deja de tener tal consideración. Leo en la wikipedia (me niego a denostar esa fuente) que Orwell escribió del pintor lo siguiente:

Uno debería ser capaz de conservar en la cabeza simultáneamente las ideas de que Dalí era al mismo tiempo un excelente dibujante y un irritante ser humano. La una no invalida, o efectivamente, no afecta a la otra.

Sobre los motivos de la retirada de Morante ya se ha escrito todo lo que debiera escribirse y algo más. Hay quien no lo echará de menos por ser un torero que a día de hoy sólo mataba Zalduendos y cosas parecidas. Hay quien lo borró de su mente taurina por ser el precursor de la eliminación de la  "cuesta de Las Ventas"  y también existen aficionados, como yo, que aunque podamos reconocer que como ser humano es "irritante" echaremos de menos su arte, su gracia en los ruedos, su capote, su muleta, e incluso "sus cosas".

Puede que el de la Puebla no vuelva nunca a torear porque a lo mejor no hay toros tan pequeños y presidentes tan sensibles  como los que él reclama, pero no debemos olvidar que durante estos años, el único que ha sido capaz de parar con una media esos relojes blandos de la persistencia de la memoria, ha sido él.



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