domingo, 11 de febrero de 2018

Antonio Gaspar "Paulita": Torear y ser torero


Foto: Carmelo Bayo

Cada día que ocurre, cada día que acudo a una plaza de toros, sé que soy peor aficionado porque cada día comprendo mejor a un determinado tipo de toreros, si es que se me permite la licencia de tenerlos clasificados en mi cerebro de un modo que por supuesto no haré público. Los que estamos en el tendido no vemos, ni debemos ver, los toros como los que están abajo. Exigimos valor, exigimos arte y exigimos soluciones a todos y cada uno de los problemas que presenta un toro de lidia. Y una vez finiquitado el animal, nos podemos permitir, "que para eso hemos pagado", el lujo de aportar respuestas e hipótesis a lo que se debiera haber hecho y no se hizo ante el astado por mor de la bisoñez, el desconocimiento, el miedo, ó la soberbia.

Los que están abajo buscan nuestro favor en forma de aplausos, de olés y de gestos de aprobación: para un artista es fundamental que su obra no solo llene su corazón sino que conmueva el de los que la contemplan.

Existe también un sector intermedio entre los del tendido y los del ruedo en el que se parapetan, los denominados "taurinos", son los que hacen y deshacen, intentando ayudar unas veces, otras intentando buscar su beneficio arrimándose al sol que más calienta y las más formando parte de un pesado y hermético engranaje cada vez más obsoleto y que a buen seguro, cuando empiece a fallar, no tendrá piezas de repuesto y dará al traste con las aficiones, pasiones e ilusiones de muchos.

Aunque no me gusta llamarla así, creo en la suerte, es decir: creo que en determinados momentos a unos les benefician una serie de factores y a otros, pues no. Ayer Paulita, en Valdemorillo no tuvo suerte con sus dos de Monte la Ermita vacíos de casta por dentro, ni tampoco le tocó ese magnífico sobrero de Guadalmena al que lo único que le faltó fue coger la muleta y torearse solo. La primera del año y quién sabe las que vendrán después. A lo mejor el triunfo no hubiese servido para firmar más contratos, pero seguro que hubiese pacificado el espíritu de un torero que lleva miles de horas entrenando en un local aquí a cien metros de mi casa, en compañía de algún que otro "soñador del toreo" como él.  Unas veces toca embestir y otras torear. Ambas cosas enriquecen por igual, porque siempre se ha dicho que el que embiste bien, bien torea y más si tu oponente es un amigo.

Hace muchos años que conozco el toreo del aragonés, que sé de su magnifico capote con ese color en su vuelta que homenajea y define a dos toreros, uno que es y otro que fue, y muy grande, por cierto. Visto lo de ayer, de Paulita ya puedo decir como de otros pocos que me gustan, que es un torero que ha alcanzado la madurez, que lee a sus toros, que los estudia, que busca soluciones y que lo intenta con todas las armas que tiene, que cada vez son más. Lo que ayer le salió por chiqueros tenía pocos muletazos, por no decir ni uno. Fueron de ese tipo de toros que yo denomino "ausentes" que carecen de fijeza y a los que parece llamarles más la atención el run run del tendido que el movimiento de las telas. Toques secos para llamar e intentar su obediencia, ni un enganchón, sin obligar las alturas, todo a merced del cornúpeta, todo bien hecho, pulcramente ejecutado, las zapatillas firmes ante el peligro sordo de una embestida sin entregar en absoluto... y todo esto para que al final no ocurra nada, para que nadie se entusiasme, para que no suenen los olés o para que muy pocos de los que ayer estuvieron presentes, recuerden tu obra.

Un poema no sería capaz de definir el gesto del torero a medida que iba avanzando la tarde, viendo como sus compañeros tenían la oportunidad de expresar, al menos intentarlo, lo que llevaban dentro. Haría falta un libro entero para descifrar la rabia, la desesperación que acumulaba en cada poro de la piel. Eso es duro, muy duro, pero además, no lo olvidemos, no lo olvides Antonio, es de toreros, porque como siempre se ha dicho, los toreros lo son cuando torean, cuando no torean, cuando ríen y cuando lloran. Lo son las 24 horas del día porque lo llevan dentro y así lo define esa frase que a mi no me gusta demasiado "vivir en torero" y lo que diferencia a estos súper hombres del resto de los que pasamos por aquí es que son capaces de luchar durante años por un sueño que dura diez minutos y que se denomina "torear".

Ahora que Churchill está de moda por haberse llevado al cine una vez más, no me resisto a plasmar un párrafo del que fue quizá el más épico de sus discursos:

"Nunca se rindan, nunca cedan, nunca, nunca, nunca, en nada grande o pequeño, nunca cedan salvo por las convicciones del honor y el buen sentido. Nunca cedan a la fuerza; nunca cedan al aparentemente abrumador poderío del enemigo"

Mañana toca  entrenar de nuevo en ese local, Maestro.




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