lunes, 14 de mayo de 2018

Morante y la rosa de los vientos.



La verdad es que la estaba esperando como al "agua de mayo", pero por dios que este año no caiga más... Me refiero a la reaparición de Jose Antonio Morante Camacho, a su nueva puesta en escena y a su novedosa, para él, forma de hacer las cosas. Recorrer tantos kilómetros en un fin de semana a lo mejor confunde mis ideas, pero prefiero escribir en caliente no vaya a ser que el poso ennegrezca y me de por interpretar el papel de viejo cascarrabias que escenifico cada día con más fidelidad.
Han sido dos días de viento, ese cuyas direcciones estudió y plasmó como antecedente de la rosa de don Ramón Llul, un tal "Gaius Plinius Secundus", también conocido como Plinio el Viejo, un tipo curioso y digno de que os entretengáis en él.
Para quienes hacen un toreo tan especial, el viento es un enemigo que prácticamente siempre gana la partida y tanto en Jerez como en Valladolid, ha soplado de lo lindo y con tal intensidad que los que hemos procesionado para ver mecer con suavidad el capote y la muleta etéreos del Genio de la Puebla, nos hemos quedado con las ganas. Le conté en Jerez tres verónicas y una por Chicuelo, así como un par de inicios de faena en tablas y poco más. Le noté algo nervioso y contrariado por los caprichos de Eolo, como más calmado lo ví ayer en Valladolid, donde ni siquiera se pudo estirar "a su gusto" de capote y donde le hizo una faena a su segundo más producto de querer agradar al personal traicionando a su yo profundo, que de lo que a él verdaderamente le brota de las yemas de esos dedos que tienen conexión directa con el alma.
También he visto la despedida del Ciclón Padilla de su plaza como el héroe que ha sido, sin perjuicio de que a mí estas temporadas últimas me hayan sobrado. He notado a Manzanares con un temple extraordinario: Creo sinceramente que está en un momento excelente para hacer su toreo elegante, aunque para el que escribe, un tanto carente de compromiso con "la esencia". Y he tenido la fortuna de contemplar a un Talavante del que esperamos tanto, que en ocasiones en vez de hacernos esperar nos desespera, si bien, eso no ocurrió ayer. La mejor faena, la mejor estructura y los muletazos naturales más puros con mucha diferencia, fueron los suyos y es curioso, como ya ocurriese en Sevilla donde para mí hizo la faena de la feria, la trascendencia en los tendidos no fue en forma de oles hasta que que no hizo  el toreo más "comercial" para calentar al respetable  en la última serie de su primer toro. Sinceramente, me apena bastante que la sensibilidad no de para apreciar ese jamón del bueno que tanto me gusta.
Finalmente, no quiero que se me quede en el teclado el bochorno que siento con la mala presentación tanto de la corrida de Juan Pedro como de la de Cuvillo. Los responsables no son los que ven en el campo, los que reseñan, sino los que pagan a esos veedores, es decir, los propios matadores. Necesitamos imperiosamente sobre todo en plazas en las que se producen "acontecimientos" de este calado, que se cuiden los detalles y que se seleccione un protagonista, el toro, acorde con la categoría de los matadores. No vale cualquier cosa y no todo debiera estar permitido porque son pocos los que a día de hoy son capaces de llenar una plaza y creo que su obligación y su compromiso con el toreo, ese arte que les permite vivir tan bien a costa de su esfuerzo, pasa por enfrentarse a oponentes dignos de su alta alcurnia taurina.

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