lunes, 19 de agosto de 2019

Los apellidos vascos


Una de las escenas para mí más hilarantes de la película que protagoniza el que llama "perretes" a los perros, ocurre cuando un autobús que partiendo de la calidez de la maravillosa Sevilla, cruza uno de los innumerables túneles que nos conducen hasta Donosti y al protagonista se le presenta la visión, no de un paisaje matizado de verdes infinitos, sino del oscuro y relampagueante reino de Mordor que imaginó Tolkien para su señor de los anillos.

En mitad del verano llegan las ferias taurinas al norte y sin olvidar los éxitos de público de las de Santander y Gijón, a quien escribe se le plantean muchos temores sobre lo que puede estar ocurriendo en las de las dos capitales vascas que dan toros (porque Vitoria de momento está perdida y porque Azpeitia no es capital administrativa, aunque si lo es del toreo y goza de buena salud).

No llegué a conocer el Chofre por edad, pero he conocido Illumbe antes y después del parón: Primero una feria tradicional, señorial, multitudinaria y eje fundamental de una semana festiva en una de las ciudades más bonitas y turísticas del mundo en las que se inauguró una plaza alejada del centro, pero moderna y con tantos atractivos de ocio que consiguió desplazar un poquito de Donosti a sus aledaños. A los pocos años y por motivos que aquí no interesan, ese macro centro de ocio se fue al garete y la política que todo lo pudre comenzó su labor de desgaste hasta conseguir suspender la feria taurina. Allí estuve aquel día, con mucho dolor porque sinceramente pensaba que el cierre era definitivo, pero gracias al Dios de los toreros me equivoqué e Illumbe volvió a dar toros alcanzando su clímax en 2016 cuando José Tomás vendió prácticamente todo el abono. 

De ahí hemos llegado a este 2019 en que con cuatro corridas (una de ellas mixta) y con solo dos supuestos "ejes" de la feria como han sido Manzanares y el Juli, no se han alcanzado ningún día los tres cuartos y en los carteles no mediáticos en el sentido de conocidos para el público en general, las entradas han sido lamentables.

Posiblemente la empresa habrá ganado dinero, no lo dudo. También El Juli y Manzanares se habrán llevado lo suyo (y no lo critico), junto con algún otro que no forma parte de este entramado interempresarial que te pone en sus plazas si tú le pones en las suyas. Pero aún así y aunque siga siendo el único espectáculo no deportivo al que van miles de personas, debemos reflexionar para mejorar y no para intentar mantener, o simplemente sobrevivir. "Alguien" ha conseguido que los toros no sean parte de la fiesta en Donosti y para contrarrestarlo, lo único evidente es que lo que se ha pretendido es abaratar costes lo máximo posible. Pero hay que ir más allá: algo estamos haciendo mal todos nosotros, los que amamos esto desinteresadamente, para que en un día en el que se juntan dos toreros a los que da gusto ver, como son Paco Ureña y Urdiales, los aficionados no respondamos.  

Ayer fue el primer día de corridas de a pie en Bilbao, se despedía un icono de la afición de allí, El Cid, y teníamos la oportunidad de ver a uno de los que ahora torea con mayor pureza y entrega en el escalafón: Emilio de Justo. Junto a eso el aliciente de ver una corrida de Victorino.  Cierto es que llovía, pero ver los tendidos daba auténtica pena.

Podemos hablar de precios, pero sinceramente creo que esa no es la cuestión porque la verdad es que Bilbao ha sido una plaza cara siempre, al menos desde que yo empecé a acudir hace unos cuantos lustros. También podemos hablar de la ausencia de Roca Rey, pero es un síntoma pésimo apoyar todo el peso de una feria en un solo elemento. 

La crisis verdadera es de afición, pero no del aficionado, que ese sí que irá tarde tras tarde, sino de la afición a tomar la corrida como una parte fundamental de la fiesta y para eso hace falta marketing, ese que hoy por desgracia funciona a las mil maravillas de modo inverso. Mi amigo Pablo García Mancha es de la opinión de que el mes de julio no es el único que se ha de usar para publicitar una feria y tiene toda la razón. Imaginen ustedes un club taurino que solo organizase eventos la semana de feria olvidándose del resto del año, ¿tendría socios? Hay que cuidar las ferias, hay que venderlas durante doce meses, hay que mantenerlas vivas y cercanas a la ciudad, pero eso requiere una inversión y un esfuerzo que al parecer, por falta de confianza o por rendición incondicional, no interesa a las empresas.

Tampoco quiero olvidarme de unos "invitados de piedra", toreros de la parte alta del escalafón, que viven al margen de esta realidad porque tienen sus emolumentos asegurados, aunque yo si fuese ellos no me fiaría mucho del lobo. No pueden darse los mismos carteles feria tras feria sin querer alternar con los emergentes. Es mejor que haya cuatro tardes de lleno que no dos de tres cuartos y dos de un cuarto, porque en eso consiste la siembra, en hacer que el público se sienta atraído por alicientes y vaya conociendo a los que ahora no conoce. Hay toreros novedosos como para organizar media feria. Contemos con ellos, arropémoslos con buenos carteles y hagamos que sean conocidos para el gran público para que en años venideros tengan tirón por sí mismos. Ello irá en beneficio de todos, y no solo de cuatro. 

Esperemos que  el último eje del norte, Logroño, que aunque no vasco sí tiene muchas características comunes con estas dos ferias, sea un éxito por el bien de todos, pero avisados estamos.
 

 

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