lunes, 23 de septiembre de 2024

Segunda de Abono de la Feria de San Mateo: La segunda impresión (valga la reiteración)

  


Yo que iba teléfono en mano para sacar una foto a la camilla y así poder mostraros que era cierto cuanto escribí ayer y me encuentro con que, o me equivoqué de acceso, o la han quitado. ¿Será que por fin me lee alguien?

En fin, vamos al grano. De caballos y de rejoneo, no tengo ni idea, pero estoy orgulloso y feliz de haber asistido ayer a la Ribera, no porque Pablo y Guillermo me deslumbrasen, que todo lo contrario: Parecía aquello el hipódromo de la Zarzuela por la velocidad a lo que se hizo todo, que por cierto fue premiado por el respetable con una benevolencia más que supina. La faena de Pablo para un servidor, ni siquiera era de una oreja y las dos concedidas a Guillermo, las vi como un regalo para que no saliese a hombros en solitario su padre.

¿De dónde viene mi orgullo y felicidad entonces?, pues de haber visto una señora corrida de toros, desigual de presentación, eso es cierto, pero con seis ejemplares de Pallarés que lo único que echaron en falta es toreo y si hubiese sido a pie, mucho mejor. Ganaron los toros por goleada y desde aquí animo a matadores y a empresarios a que cuenten con esta ganadería para festejos de a pie, porque no se van a arrepentir. Ritmo, codicia, humillación, en definitiva, bravura. Yo creo que tenían de todo y alguno, se hubiese merecido la vuelta al ruedo de poder haberlo visto, insisto, a pie.

También me gustó el interés que despertaron en los exteriores de la plaza, los caballistas y su generosidad haciéndose fotos con todo el mundo. Para el público es importante poder llegar a "tocar" a los toreros, así que, señores de la empresa, hagan el favor de dejar acceder a todo el que quiera al patio de caballos y dejen que los protagonistas se den un baño de masas, aunque sea agobiante, porque el toreo lo necesita.

Me fijé en una joven oriental que ya en el exterior perseguía a Pablo Hermoso para hacerse una foto con él y con su jaco. Después, en la plaza, se bajó a una barrera de mi tendido y no paró de aplaudir, bailar los pasodobles y darle algún lingotazo que otro al cubalibre. Al final del festejo le lanzó su ramito de flores al rejoneador y se quedó tan contenta. Mucho tenemos que aprender del fenómeno fan. Por cierto, todos los ramitos que le regalaron a ambos caballistas me parecieron iguales...

Y no tengo nada más que escribir sobre esto.

Hasta mañana, o no

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