Foto de mi querido Carmelo Bayo
Esto se acaba. Cada kilómetro, cada pueblo, cada ciudad, cada plaza y bastantes años, han dejado para el arrastre mis maltrechas baterías y dudo mucho que se recuperen.
En cambio Urdiales tiene cuerda para rato. Ha conseguido finalmente superar todas las secuelas físicas que arrastraba desde aquel percance en Valencia y sigue tan fibroso como un Adolfo de saca en primavera, tan centrado en el toreo como lo estuvo el más joven de los Gallos y tan ilusionado con su profesión, como el becerrista que comienza a dar sus primeros muletazos.
Dicen algunos de él que necesita un toro muy definido para poder expresarse. No es cierto, basta con analizar los triunfos de esta temporada y por supuesto los de las anteriores. El matiz está en que un toreo tan profundo como el que nos regala Diego, no lo resisten todos sus oponentes. Son muy poquitos los que leen sus toros como lo hace él, menos todavía los que son capaces de, en ocasiones porque no siempre se puede, sacar agua de las piedras y cuento con los dedos de una mano, a quienes mantienen íntegra la voluntad de seguir mejorando y buscando esa fórmula magistral que permite poder pasárselos cada día más cerca y llevarlos toreados más despacio.
Cerca y despacio... eso es el toreo, ni más ni menos. La velocidad emociona a muchos, esto es un hecho, pero es tan mentirosa que en la mayoría de las ocasiones, suplanta al valor y a la torería: El valor para pasarse a un toro a centímetros de la barriga con tal lentitud que te pueda dar caza al menor movimiento desacompasado y la torería de conseguir que aquello posea temple y compás.
Cerca y despacio... Como lo ha hecho durante toda la temporada cuando ha tenido la oportunidad, otro torero al que adoro -los urdialistas también somos mayoritariamente morantistas, pero por ese orden- porque Morante y Urdiales saben de qué va esto y aunque diferentes fuera y dentro de los ruedos, mantienen la común aspiración de sentir y hacernos sentir aquello que podríamos definir como la esencia de un arte, que aunque visto desde prismas diferentes, es el mismo.
Cerca y despacio... Como lo hubiese hecho Diego, si este año hubiese embestido un toro, al menos uno, en Sevilla o en Madrid, dos plazas que desgraciadamente marcan la temporada, en contadas ocasiones para bien y mayoritariamente para mal. Escuchaba el otro día en Las Ventas, a alguien de la andanada gritarle: "Diego, vaya temporada que llevas" pero nunca escucho a nadie decir "Diego, no hay manera de que te embista uno en condiciones". El público es soberano y puede decir o pensar lo que quiera, pero yo que le he visto unas cuantas, os puedo asegurar que ha ofrecido mucho más él, que los toros que le han correspondido.
Pero basta de excusas y justificaciones innecesarias:
Cerca y despacio, esa es la meta infinita de un torero que ha conseguido tocar unos cuantos cielos con las manos, pero al que la historia todavía no le hace justicia. Urdiales le debe mucho al toreo, está claro, pero el toreo también le debe cosas a él y estoy seguro de que tarde o temprano saldará su deuda. Habrá más triunfos en Madrid, esa plaza en la que es capaz de provocar un olé ronco y unánime con tan sólo un muletazo en un desierto de embestidas y abrirá de par en par esa Puerta del Príncipe, que ahora ya le espera, porque hasta hace bien poco, como sevillana que es, no era capaz de mirarle a los ojos.
Cerca, como él quiere a sus amigos y a su familia y despacio, como hay que saborear la vida cuando la juventud nos da la espalda.
Todo llegará.
Viva Urdiales.
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