miércoles, 14 de diciembre de 2022

Ganadería José Cruz: Los toros del Caserío

 


Estamos en el último mes del año, ha llovido mucho estos días y las amplias y verdes dehesas de Cabezal Viejo, distan poco, en cuanto a parecido,  de los ancestrales  feudos de "La Limitada" en Otxandio, esa pequeña villa vizcaina del duranguesado que vio nacer a José Cruz.

El sueño de alguien que quiso ser torero, ha pasado en poco tiempo a la segunda generación y la familia, que tiene como cabeza visible de la ganadería a Rafael, sigue cuidando con esmero el legado de José, cuyas cenizas descansan en la pequeña capilla erigida en su honor.

En el txoko, así llaman a la edificación donde las charlas sobre toros impregnan las gruesas paredes de la estancia, se pueden apreciar los ventanucos de madera que recuerdan a los caseríos del añorado norte.

Tengo la suerte de vivir muy cerca del País Vasco, de conocer el carácter sobrio de sus gentes, de saber que la palabra dada se firma con un apretón de manos y no es papel mojado, de compartir sus excesos culinarios, regados con buenas sidras y buenos txacolís y de apreciar uno de los entornos más privilegiados de nuestra piel de toro.

Cabezal Viejo en invierno, es un trocito de Euskadi inmerso en la dehesa salmantina y sus toros en el campo, nos infunden respeto con sus miradas altivas y desafiantes. La morfología de una ganadería, la da la sangre, pero el carácter de los animales, es cosa del ganadero y como me decía el otro día un amigo, no es raro ver cómo el criador inculca dicho carácter, mediante la cuidada selección llevada a cabo con el paso del tiempo.



Pérez Pinto es un novillero que tras triunfar en su Ciudad Rodrigo natal, sigue manteniendo la ilusión. Está en la finca para entrenar a su potro aprovechando los momentos en los que las nubes no descargan agua. Me cuenta lo difícil que está todo, pero aun así, sigue entrenando de salón a diario y tentando todo lo que puede, dada la fortuna que tiene por vínculos familiares, de pasar su día a día en la ganadería. Un cachorro de pastor alemán y un potro, es hoy su mayor patrimonio.

Rafael Pérez, mayoral y excelente piquero, nos recibe con una sonrisa, con muy buen humor y demostrando en cada palabra el amor que tiene por este hierro. Me cuenta que los animales en invierno están bien comidos, tanto machos como hembras y que hay veinte sementales que abren mucho las líneas. Los machos que pueden padrear ya no se tientan con ramas, sino que se "queman" porque el desarrollo de sus toros suele ser frío y otro tipo de tienta puede hacer que en ocasiones, no se vean productos que pueden merecer la pena. También me dice que la mayoría de las labores se siguen haciendo a caballo, salvo la de poner crotales a las crías. Las parideras van de octubre a mayo, por lo que ya vemos unos cuantos becerros correteando junto a sus madres, e incluso uno recién nacido saboreando el nutritivo calostro de la vaca.




Hicimos fotos a placer gracias al amable mayoral y estoy seguro de que mis compañeros aprovecharon el rato y las  buenas oportunidades que nos ofrecieron los muchos ejemplares que pudimos contemplar. Yo por mi parte, os prometo que me esforcé.

 






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