Casi corta una oreja López Simón por aquello de la heroica y de los bemoles que le echó al asunto después de ser atropellado por un autobús de sesenta pasajeros.
Luque sigue sin definirse. Ese toreo templado pero sin obligar al toro que ha exhibido en sus últimos compromisos le pasó ayer factura en Madrid. El primero que le tocó en suerte no era fácil, cierto, pero no era fácil porque sus pocas ganas de embestir eran violentas aunque transmitían. Qué pasó?, pasó que el animal iba en la muleta a su aire, sin ser obligado por bajo, con lo cual su cara suelta campaba a sus anchas y aún le quedaban ganas para reponer, descolocando y sorprendiendo al torero una y otra vez.
Llegó el segundo (el primero me lo salto) del Cid, para mi gusto bastante parecido al de Luque, y el de Salteras, acostumbrado a torear toros que reponen y que son inciertos en el embroque, le dio la medicina apropiada, bajó la mano pasase lo que pasase, y acertó. Pero... y ahora vienen los peros..., si bien entendió al toro, estuvo inseguro, desconfiadísimo y con demasiado juego de piernas. No hubo firmeza y no supo o no pudo torearlo. Aquello pasaba por allí a ochenta por hora, y el toreo es temple y despaciosidad, cosa que no existió a pesar de que alguien quiera ver unos naturales consistentes.
Después comenzó a llover y las muletas y capotes pesaban un quintal. Tal vez el mansazo de López Simón tenía faena allá donde se la propuso en su día Talavante, pero la verdad es que no lo se.
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