miércoles, 20 de noviembre de 2013

El toreo vertical o el arco del triunfo


Uno intenta aprender un poco más cada día de esto, de hecho, por eso me sigue resultando interesante el mundo del toro, porque cada día me doy cuenta del escaso bagaje taurino que tengo y de lo que me queda por asimilar, por tanto, la mejor manera de hacerlo es escuchando, leyendo,viendo y pensando en lo que veo.
Llevo una temporada, desde que se acabaron las ferias españolas, visionando vídeos que hay sueltos por la red de toreros de antes, no de mucho antes, sino de “antes” a secas. Como diría un relamido, estoy “aprehendiendo detalles”.
Me he dado cuenta de algo que puede ser interesante, o no: eso que llaman “toreo vertical” es algo inventado hace muchos años aunque con diferentes variables: hay quien se queda tieso como un palo, hay quien busca la naturalidad en la figura y hay quien compone tanto que corre peligro de partirse la espalda. En cambio ese toreo arqueando la parte superior del tronco, adelantando el brazo a tope y alargando el viaje del burel hasta el infinito pero no junto a la cadera, sino  más allá, es una forma de torear “moderna”. Si alguien conoce antecedentes históricos, agradecería que me ilustrase al respecto y no lo escribo con sorna, de verdad.
A mí me gusta el toreo vertical sin estridencias y sin forzamientos. Me parece más estético, más auténtico, más clásico y más canónico.  Nos muestra a un torero dando el pecho o el medio pecho a un toro, citando con lo que llamamos “verdad”, realizando el embroque con naturalidad, tirando de muñeca y vaciando la embestida, cuando se puede, porque no siempre es posible, detrás de la cadera.
Pero ese otro toreo del que yo no disfruto, el basado en arquearse, también gusta a otra mucha gente y quiero intentar desmenuzar la razón de ese gusto. Creo que en el cite ya se cuenta con ventaja aunque sea de un modo inconsciente y no digo que exenta de peligro. La ventaja surge porque al toro sólo se le ofrece una elección: el brazo tan adelante, la figura tan arqueada y la muleta tan puesta, al toro únicamente  le brinda la alternativa de la propia muleta. Si después se pretende continuar el viaje en redondo, obviamente y por leyes de la física, el toro no pasa cerca del cuerpo del torero y si se pretende terminar el muletazo  lo más atrás posible y con el brazo igualmente estirado se ha conseguido sobre el astado una ventaja de cuatro metros que deja colocado al torero (y nuevamente arqueado) para el siguiente muletazo. Y esto es lo que gusta a gran parte del público y no a pocos aficionados, supongo yo que porque el toro va muy sometido, muy por abajo y muy largo, creando así una “ilusión óptica de toreo”, llena de poder y hasta de temple, pero, vuelvo a insistir, aunque no critique: a mí personalmente no es lo que me emociona. Supongo que ese mayor desplazamiento del animal, porque no debemos obviar que recorre mayor distancia, también hace que los públicos se enardezcan pensando que la fiera va obediente a trote ligero, donde le manda el coletudo.
Este tipo de toreo es practicado no sólo por el que todos estáis pensando (desde aquí mi máxima admiración y respeto a lo que ha conseguido, lo que ha luchado y al empeño que pone cada tarde en colmar de satisfacciones al gran público y a esos aficionados a los que les gusta su estética), sino por alguno más y sobre todo, por muchos chavales que están empezando. Supongo que se hace así porque cala en el tendido, ese tendido, reitero tantas veces, que nosotros ocupamos a lo sumo en una docena y media de localidades en cada plaza, ese tendido lleno (cada vez menos) de público no aficionado pero ávido de espectáculo y que no olvidemos, también mantiene la fiesta y gracias al cual, nosotros los aficionados que no comulgamos con ese modo de torear, de vez en cuando tenemos el placer de ver a un torero que nos apetece y que de otro modo no lo haríamos ya que no existirían las corridas de toros.

Así que nos toca vivir con los arqueros (no hay ánimo peyorativo alguno en la descripción), respetar sus triunfos e incluso comprenderlos  y esperar a que pase su turno para ver al siguiente torero, que a lo mejor también lo es, o no. Es más, afirmo y no me duelen prendas en confesar que yo le pedí dos orejas al Juli en su tarde de Sevilla (mentalmente, porque estaba con la cámara de fotos y sobraban pañuelos) y que lo volvería a hacer aunque no sienta ese zarpazo interior que siento cuando veo torear a otros.
Creo que nuestro papel entre otras muchas cosas consiste en ese respeto, porque también se la juegan en un toreo que es lícito, no porque no tenga normas escritas, sino porque éstas no son vinculantes, pero eso sí, desde el respeto, como hago yo en este caso,  también podemos decir que nos emociona más lo otro.
A lo mejor todas mis interpretaciones son erróneas y a lo mejor dentro de veinte años, si es que para entonces vivo y por fin he aprendido algo, opino diferente.

3 comentarios:

David dijo...

Todo en la vida evoluciona, para los clásicos para mal y para los no tan clásicos para bien. En el mundo taurino caben perfectamente el toreo clásico y el toreo "moderno" como usted dice. No olvidemos que evoluciona el toreo pero también la fiesta en general... el toro... (y no el toro de las figuras como estará pensando, si no el toro bravo), antes se buscaba simplemente un toro bravo y ahora se trata de sacar más cosas al animal a parte de bravura. Pero gracias a Dios hay un extenso número de toreros a los que poder ver, pero siempre respetar y valorar, ya que lo que ellos hacen no está al alcance de cualquiera. Y este que usted no dice su nombre preguntele a cualquier torero (cualquiera que sepa lo que es pasarse un toro por los muslos) y verá como la respuesta de todos es única, es un portento, es inalcanzable para nadie lo que él tiene en la cabeza y es capaz de hacer delante de un toro. Pero como siempre, unos tienen unas cosas y otros otra y en eso esta la belleza del toreo

I. J. del Pino dijo...

Sé lo que opinan de él David, y sé que es un portento, de ahí la reflexión. Es lícito torear asi (hablamos de toreros y no de toros) y ha conseguido lo que no ha conseguido casi ninguno, así que hay que respetarle. Otra cosa es que guste más o menos su toreo a los diferentes aficionados. Gracias por dar tu opinión.

Anónimo dijo...

Para mí,sin ambargo, hay belleza "cero" en el "toreo arqueado"materializado en el torero que sea ya que más que toro,ese torero, precisa de un buen fisioterapeuta...Incluso el toro lo precisa a veces.
Un saludo.