domingo, 1 de diciembre de 2013

La cara del valor

Una de las cosas que un niño no comprende es que un torero tenga miedo. Yo nunca pensaba que una de aquellas figuras con las que yo disfrutaba tanto en mi plaza logroñesa, pasase un quinario el día de la corrida. Esos sofocones quedaban reservados a aquellos toreros a los que yo veía adoptar más cautelas de las convenientes durante la lidia, ó para los hombres de plata que pasaban por allí intentando clavar los palitroques de cualquier manera. Es más, yo pensaba que los subalternos no toreaban "bonito" porque carecían del valor suficiente para erguir la figura.
Recuerdo la primera vez que vi el miedo reflejado en el rostro de un torero de esos que se suponía que no debían tenerlo. Era yo un mocito con ganas de contemplar a una de las revelaciones de la temporada: Miguel Báez Litri. Lo  vi salir del patio de cuadrillas y esa tez morena que yo recordaba de haberla visto por televisión, era completamente blanquecina, como si en vez de un hombre de carne y hueso fuese una figura de cera.
Nadie, ningún torero por muy descerebrado que sea, niega pasar miedo en los momentos previos a la hora de la verdad, como decía el maestro Belmonte, era su compañero inseparable desde la noche anterior a la corrida. Una vez que el de los cuernos asoma por chiqueros el miedo muta, o más que mutar enmudece y se transforma durante unos minutos en otra cosa, llámese arte, valor... .
Todos nos fijamos en el rostro de los toreros cuando desgraciadamente sufren una cogida y ahí es donde realmente vemos que la cara del valor, aunque parezca un contrasentido, es precisamente el pánico. No voy a citar nombres, pero yo he sentido un pudor extraño al ver la expresión de un superhombre vestido de luces, cuando está a merced del astado tras una voltereta, es como si no tuviesen derecho no a tener miedo, sino a expresarlo a través de la cara, que dicen es el espejo del alma.
Creo que el miedo es tan importante como el valor. Creo que son complementarios, que delante del toro no se entiende el uno sin el otro, y creo que el torero que diga que no pasa miedo, o miente, o no es torero, pero también pienso, que el que mejor lo disimula tiene, frente al aficionado, un puntito de ventaja sobre el resto.

1 comentario:

Enrique Martín dijo...

I.J. del Pino:
Que cortitas se me han hecho estas líneas y a la vez que largas. Cortitas porque ha sido una delicia recorrerlas y largas, muy largas, porque encierran tantas cosas, tantas sensaciones, que se podría hacer una tertulia de cada una de ellas. El miedo, eso que debería ser una medalla, pues los toreros quizá alcancen ese grado de superhombre por poderle, por no aparentarlo y por hacer arte a pesar de que el raciocinio le dice: "vete, márchate". Otra de esas contradicciones del toreo que lo hace más misterioso y atrayente.
Enhorabuena
Un abrazo