domingo, 16 de febrero de 2014

Historias del Caballero Morante II


                                             

Allá por el mes de febrero de 2010, anda que no ha llovido, publiqué una entrada en la que imaginaba a un hombre embozado en una capa, trapicheando con unos cuantos señoritos para ofrecerles la posibilidad de dar corridas de toros clandestinas por mor de una prohibición real de las mismas. Bauticé a aquel hombre con el pseudónimo de "el caballero Morante".
Hoy rescato nuevamente a mi personaje intentando reflexionar sobre cuanto está aconteciendo últimamente y sobre las posibles soluciones que podemos proponer a la maltrecha vida del mundo del toro para que no se nos termine de morir del todo.
Muchas han sido las voces que han hablado de reinventar la fiesta, de modernizarla y de hacerla viable en los tiempos actuales, a costa de que no se nos presente como un anacronismo en el que se sigue usando pluma y tintero en un mundo de tabletas, twits y demás zarandajas virtuales.
No disiento de tal reflexión, pero me va quedando claro que el contenido que se le está queriendo dar a la misma no es el acertado.
Hemos conseguido que algunas ganaderías sean "laboratorios" de toros, y no se si debiera quitar esas comillas que le he puesto a la palabra, porque realmente algunas lo son. Hemos conseguido enfundar las defensas de un animal salvaje (cosa que entiendo aunque no me agrade). También hemos logrado llevar al toro hacia la morfología que ha interesado a su propietario porque a su vez es la que interesa a quienes le compran las corridas, y si de la forma de embestir, de humillar, etc, etc, se trata, pues huelga comentario alguno sobre lo que hemos ido consiguiendo con el paso de los años. En resumen, hemos modernizado la cría del toro bravo?. La respuesta es si. La hemos desnaturalizado?! La respuesta es también si.
Los toreros de hoy, los que son o se consideran figuras también han evolucionado. Dicen que ahora se torea mejor que nunca, con mayor perfección, con más armonía, con más estilo, más arte y más poder. Se ha llegado a eso a través de mucho entrenamiento y de mucho sacrificio, no lo niego, pero también a través de un oponente "de diseño". Pero dejando a un lado esa evolución lógica, también observamos cómo ahora hay todo un equipo trabajando detrás de esos héroes, un equipo que organiza un "evento" para anunciar la temporada del matador, que cuida y selecciona sus apariciones públicas y que vigila sus intereses económicos en cada contratación, dejando muy poco, o nada a la improvisación.
Las empresas también se han modernizado. Ahora algunas además de plazas, regentan toreros. Preparan sus carteles con meses de antelación, negocian dineros, televisiones y ganado haciendo "números" porque están para eso, no como antes, que estaban para eso y para ilusionarse e ilusionar al público con diferentes toreros y múltiples ganaderías.
Para mí modernizar no significa esto, para mí modernizar significa estar a la altura de los tiempos que corren. Falta afición, falta dinero, falta interés por el mundo del toro, falta reilusionar a la gente y por tanto "moderno" sería paradójicamente volver a lo antiguo. Tal vez debiéramos olvidarnos de la perfección en las embestidas, de las cifras millonarias para empresas y toreros, de los atracos al público que aún es fiel a la fiesta, de las temporadas organizadas desde enero sin que quede hueco alguno para los que en abril y mayo demuestran que lo merecen (antaño, si alguien estaba bien, incluso repetía al día siguiente) y tal vez debiéramos olvidarnos de evolucionar en muchos aspectos, preocupándonos por involucionar en los mismos, dado que a la vista está que si no hay remedio, veremos resurgir de nuevo a mi caballero Morante, ese truhán que quería ganar unos cuartos organizando fiestas de toros clandestinas, porque esto, señores, se habrá terminado.

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