lunes, 24 de febrero de 2014

Un "peazo" toro de Veragua

   Foto obtenida de la web del museo del Prado. Autor:  Pedro Albornoz
El problema de mi ignorancia, que ya me viene de lejos, hizo que me sorprendiera con algo que por lo visto desde el mes de noviembre lleva aconteciendo y ha sido noticia en varios medios a nivel nacional. El sábado me acerqué al museo del Prado, no porque sea un cultureta sino porque me parece una buena manera de matar mis tiempos muertos en Madrid. Lo hago con cierta asiduidad y así saboreo con más calma y detenimiento las maravillosas pinturas que cuelgan de aquellos muros, las cuales espero llegar a asimilar mínimamente algún día, porque la verdad es que a mí me preguntan que qué veo en un cuadro, y más allá de lo obvio (el perro, la cesta de frutas, el Rey, unos niños en "culoporretas" en la playa, etc, etc), soy incapaz de atisbar los contrastes, formas, alegorías y otra serie de matices muy complicados que por lo visto se aprecian en un lienzo.
Cuando ya daba por finalizada mi visita, centrada esta vez en esos tenebrosos seres que una vez decoraron la Quinta del Sordo y que parecen cobrar vida en esa sala del museo dedicada a ellos, salí, o lo intenté, por la galería de Rubens y allí, junto al Rapto de Europa, me topé con la culata de un torazo impresionante de lámina, de alzada, de pitones..., vamos que ese pavo en Las Ventas no sólo no lo echarían para atrás, sino que hoy sería complicado encontrar media docena de coletudos capaces de meterle mano. Aquello que no tenía mucho sentido, lo tuvo cuando por fin encontré la leyenda que me indicaba lo que estaba viendo y por qué: Un Veragua, encaste legendario, disecado mediante la técnica de la dermoplastia (por dentro escayola, por fuera piel de verdad) miraba altivo a los transeúntes de la sala porque a alguien se le ha ocurrido conmemorar de algún modo que el museo del Prado, antes que pinacoteca, fue museo de ciencias naturales y que mejor forma que exponiendo alguna de esas joyas de la naturaleza, junto a determinados cuadros.
Permanecí un rato en las proximidades (jugándome la femoral) fijándome en la reacción de la gente y la verdad, sentí que estuviera prohibido hacer fotos porque el personal alucinaba y se montaban continuos corros en torno al bicho cada vez que entraba una horda de turistas o amantes del arte sin más. No dejaba a nadie indiferente y creo que el sentimiento general era de admiración y respeto. 
Y mira por dónde, después de presenciar aquello, me dio por pensar:
-Si somos capaces de causar ese revuelo con un "toro disecado" que al fin y al cabo y aunque no lo parezca, murió según rezaba el cartelito allá por el siglo XVIII, qué no podríamos conseguir mostrando al mundo el toro en la dehesa?. 
-Sería negativo crear aficionados comenzado por el toro y terminando en la plaza?.
-Hasta que punto somos capaces de transmitir a los profanos toda la belleza de este misterio?
-Qué será de ese Veragua cuando allá por el mes de abril termine la exposición?.

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