lunes, 7 de marzo de 2016

El capote de Olivenza


Dicen que el pequeño Santo pamplonica al que ahora, si pudieran algunos, cambiarían el nombre y descanonizarían para hacer de su fiesta una celebración exclusivamente pagana, tiene un capotillo con el que sale al quite cuando alguien las pasa canutas durante el encierro. A lo mejor y le pese a quien le pese, Olivenza, esa feria criticada por su juanpedrismo y su postureo, puede estar significando durante esta época tan dura para los partidarios de la fiesta universal del toreo, un quite providencial que nos libre de aquellos enemigos que quieren llevarse por delante todo este tinglado.
La anatomía de Olivenza es completamente diferente, o no tanto, a la de las ferias al uso: Gente guapa, figuras y toros guapos. Aunque nos gusten más o menos, los bautizados como "los del clavel  en la solapa" son tan necesarios como yo y cada uno de ustedes para que esto se mantenga. Hartos estamos de leer que los aficionados realmente aficionados que acuden a los tendidos ocuparían no más de cien localidades, así que por una vez y sin que sirva de precedente vamos a pensar que el problema nos atañe a todos y que todos debemos arrimar el hombro.
El pequeño pueblo pacense se convierte por un fin de semana en el epicentro taurino, mueve alrededor de tres millones de euros en la zona, es noticia en los medios de comunicación a nivel nacional y no se olvida de las novilladas. La organización es perfecta, la plaza está muy cuidada y la fiesta se vive en la calle y en las carpas levantadas al efecto. Allí no cabe un alfiler y quien más quien menos, habla también de toros. Evidentemente no es Ceret ni creo que la fórmula de la localidad francesa tuviese el éxito que tiene allí. Dos conceptos muy diferentes en cuanto al modo de ver la fiesta, pero muy similares en la esencia, que al fin y al cabo es llenar las plazas de gente que se ilusiona por ver a "su torero" o de gente que se ilusiona por ver a "su toro" como ocurre en Ceret.
La fórmula de Olivenza es sencilla, saben el público que acude y organizan una feria a la medida de ese público, al igual que el pueblo en sí, ofrece a ese tipo de visitante lo que está buscando y esa fórmula, que ya quisiera yo para mi adorado Arnedo, pasa por una empresa que organiza y un Ayuntamiento que se prepara y acoge a los visitantes con agrado. Ni más, ni menos.
Los números ahí están y como me decían este fin de semana: "viendo esto, a lo mejor no eres tan pesimista sobre el final de las corridas de toros". Y es cierto, si fuesemos capaces de crear muchas Olivenzas y por qué no, unos cuantos Cerets, otro gallo nos cantaría, pero para eso hace falta compromiso (político también) y ganas de trabajar en favor de la tauromaquia.
 

No hay comentarios: