domingo, 8 de mayo de 2016

José Tomás: La leyenda continúa

Lamento desconocer el autor de la fotografía para citarlo. 

Podrán pensar que el triunfo del de Galapagar ayer en Jerez era cosa hecha. Que estaba cantado que la corrida de Cuvillo iba a embestir, que se iba a portar bien, que el cielo iba a mantener a raya el agua y que todo y todos iban a estar a la altura. Ocurrió, pero esto no son matemáticas (siempre que pronuncio esta palabra recuerdo a Morante y a ese Albaserrada). En México falló algún eslabón de la cadena y la apoteosis, esa que se exige a José Tomás cada tarde que actúa, sea una o sean cuatro, no se produjo. Por eso ayer, si algo hubiese quebrado el orden natural, el favor de una parte del público se habría convertido en sospecha y más de uno miraría hacia el torero con ojos del que pide unas cuentas que no le son debidas.
Espero que sepa perdonarme Maestro, a mí y a unos cuantos más, puesto que ya que no pudimos estar presentes en Jerez, nos las apañamos para poder medio visionar la corrida en directo y disfrutar de una hermosa verdad delante de dos toros muy diferentes.
Personalmente me quedo con las Gaoneras, con los estatuarios de inicio, con la faena con la diestra (sí, con la derecha) y con el bellísimo final que le recetó a ese buen "Lanudo" que acababa de cumplir cuatro. Y me quedo también con esos siete u ocho naturales perfectos (ahora sí, con la izquierda) de ejecución y de sensación, que a fuerza de oficio y sabiduría, le pudo robar al nada fácil quinto. Habrá quien ahora esté pensando que no tengo ni idea y que los naturales a ese segundo fueron de cartel. No lo discuto.
Después de la catarsis, hoy todo el mundo le pide el eterno compromiso, el mismo que un servidor también demandaría de no ser porque nos empezamos a hacer mayores y a darnos cuenta del esfuerzo que supone ahora hacer cosas que antes eran pecata minuta, porque, imaginen ustedes lo que requeriría tener que hacer el toreo en la plaza más importante del mundo, cosido ya por unos cuantos años de alternativa y por unas cuantas cornadas que no se te han llevado al paraíso de milagro. A lo mejor un día nos sorprende y lo hace, pero eso significará haber cruzado una línea sin retorno que no sé hasta qué punto compensaría a nivel espiritual.
Mientras tanto, mientras llega o no llega el momento, el mito se alimenta no sólo de palmeros de pañuelo flojo, esnobistas y galanes de lo rancio, el mito también se nutre y nos nutre de verdad, de temple y de hacer perfecto un arte que nunca podrá serlo. A eso sí le llamo yo cuadrar el círculo.

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