lunes, 6 de junio de 2016

Epílogo de San Isidro. El Ojeador de Zahariche

Foto: http://www.las-ventas.com/

Era fornido, largo como un día sin pan y alto de cruz como suelen serlo en su famila. Miraba muy serio y altivo porque sabía de su inmenso poder. De una tarascada quebró la tronera del burladero del ocho y el chino de la fila diez que en vez de rodillas tenía katanas que clavaba en mi espalda, exclamó: Ohhhhhhh.

Se le pidió al matador distancia para el primer encuentro con el caballo. Supongo que para lucir, porque como en el amor, los primeros encuentros, requieren distancias prudenciales tirando a cercanas. Se fue con alegría y con alegría empujó, pero arriba, porque ya se sabe que a estos no se les da muy bien eso de humillar, aunque siempre hay honrosas excepciones que ayer también pudimos disfrutar en el pitón izquierdo de Tabernero. No se le picó en el sitio y Francisco Vallejo tuvo que rectificar. 

Segunda vara, un poquito más largo quedó "Ojeador" que se volvió a arrancar al caballo sin remolonear ni un ápice. La segunda es la importante, ahí ya sabe el toro lo que le espera y si es bravo, se olvidará de la distancia que le separa de su oponente para acometer con fiereza. Por segunda vez la puya no aterrizó donde debía, una lástima.

Se le puso en suerte para una tercera, más distancia, en los medios y el Miura no hizo ascos: se arrancó como un idem y le dio un topetazo a la montura que sonó como un bombo de Calanda. Vallejo esta vez lo enganchó de maravilla, si bien castigándolo en exceso.

El torazo, que también se empleó en banderillas, acabó llegando a la muleta con lo justo y embistiendo como embisten los de su encaste cuando ya no les quedan apenas fuerzas para desplazarse. 

Para mí, el último de la isidrada, "Ojeador", fue un gran toro.

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