martes, 18 de octubre de 2016

Las pequeñas cosas


Lo insignificante, los detalles nimios, lo que aparentemente es accesorio y forma parte de un todo, muchas veces pasa desapercibido para nosotros hasta que en un momento dado,  nos damos cuenta de su importancia: la ausencia de un pequeño remache en un fuselaje es capaz de provocar una catástrofe aérea y una insignificante dosis de penicilina puede salvar una vida.
En el mundo del toro esto no es diferente. Un centímetro de tela en una muleta puede otorgar a unos naturales la categoría de excelsos, al igual que ese mismo centímetro puede mandar al hule a un torero que arriesga ante un toro con malas ideas.


Así que por una vez, dejemos de escribir sobre grandes faenas y  míticas bravuras y hagámoslo sobre aquello que está pero no se ve y aún así, es  el sustento de nuestra pasión.
Podría citar innumerables asociaciones, ateneos y clubs taurinos que desde la base, empezando por los niños y terminando por los mayores, realizan una labor encomiable y de tal importancia, que en estos tiempos  tan difíciles contribuyen de manera indiscutible a que todo este tinglado se mantenga en pie. Todos ellos cuentan con mi admiración y respeto, pero de entre lo pequeño, quiero referirme a lo todavía más diminuto: a un club de una localidad riojana, que lleva muchos años trabajando para que sus socios, cada vez menos y cada vez más mayores, puedan seguir disfrutando del toro.


Hace ya unos cuantos años que conozco a mis amigos del Club Taurino de Alfaro. Tienen una pequeña sede y se reunen todos los viernes por la tarde para hablar de todo y de nada. De la situación del club, de los viajes a programar, de las conferencias, de los premios..., pero también se habla de tal o cual faena, encaste, torero o subalterno. Organizan dos o tres excursiones al año: una en Semana Santa, otra por estas fechas y también se celebra con una pequeña salida, el día del club. Entre muy pocos desarrollan y llevan a efecto todas estas labores e instrumentan toda la infraestructura que requiere cada evento. 


Cuando se nos ve bajar de un autobús yo siempre digo que más que un club parecemos una excursión del IMSERSO, y es que los socios se hacen mayores y el relevo es muy escaso. Hay personas, y no exagero, que apenas tienen fuerzas para subirse y bajarse del autobús, pero ahí están cada viaje y cada conferencia que se organiza. Los buenos tiempos en los que todo el mundo quería ver una ganadería y disfrutar de los amigos ya han pasado. Ahora es mucho más cómodo ir en un coche, pagar veinte o treinta euros y que cualquiera de los ganaderos que con la lícita y aconsejable idea de sobrevivir han preparado sus "packs" de campo, te enseñe su ganado y te obsequie con un plato de patatas tras la visita. Ocurre otro tanto con los ciclos de conferencias, no ya en este pequeño club, sino en muchos otros en los que se puede disfrutar de un ponente de primera línea casi en familia porque el aforo nunca o casi nunca se cubre.


El concepto, la esencia  genérica del Club se antoja arcaica en estos tiempos en los que el individualismo impera. Yo soy el primero que hace mutis por el foro cuando puedo prever un grupo demasiado numeroso de acompañantes, pero ver a familias enteras que en este norte nuestro, se meten en un autobús y en vez de bajarse al moro, se bajan al toro, reconforta. Ojalá cuando yo era crío hubiese tenido mayores que me llevasen a entender la vida del animal bravo, su ecosistema, sus costumbres y las de quienes los crían. Lamentablemente hoy todo lo referente al hábitat de los animales se reduce a contemplarlos en un zoo, o en una granja escuela preparada ad hoc.


Mis amigos del Club Taurino de Alfaro, a lo mejor no son los mejores aficionados del mundo, o sí. A lo mejor nunca han oído hablar de Blanquet o de Corrochano, y qué. Disfrutan del campo, de la libertad, del toro, de las buenas comidas en buena compañía y nunca se rinden aunque los años vayan cayendo y los socios más veteranos, por desgracia, también. Son un ejemplo a seguir entre los que, comparados con ellos, empezamos en esto y por eso, aunque me costase un gran esfuerzo (que no me cuesta), me apunto a sus viajes y a sus actividades y no les escatimo elogios porque todos ellos cuentan con mi admiración y respeto.


Seguramente sin estas pequeñas cosas, sin estos clubs que mantienen viva la llama, ahora estaríamos hablando en pasado de los animales que veis en las fotos, porque es muy importante que tengamos representantes válidos y bien preparados intelectualmente que nos defiendan, pero no olvidemos que los grandes sueños están sustentados siempre por las pequeñas cosas.
Gracias de todo corazón.



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