lunes, 12 de diciembre de 2016

¿Medio llena, ó medio vacía?

En este mundo traidor
 nada es verdad ni mentira
todo es según el color
 del cristal con que se mira

Si queremos, si eso colma nuestro maltrecho ego taurino, podemos seguir engañándonos. Podemos afirmar que un cuarto de entrada en el coso de Insurgentes no está nada mal y que meter hoy en día doce mil almas en algún sitio que no sea un estadio de fútbol es harto complicado.
Pues sí pero no y no se me malinterprete porque no voy a hablar precisamente del lugar que ocupan los toros de entre los espectáculos artísticos de masas. Para emponzoñar ya están otros.
Yo quiero referirme a nuestro potencial y a las razones por las que el cemento luce, o mejor dicho, desluce en nuestras plazas.
En la ciudad de México hay 45.000 personas que son potenciales asistentes a una corrida de toros, incluso muchas más. Hace diez meses el de Galapagar tardó poquitas horas en llenar el embudo, luego poder, se puede.
Ayer, bajo mi humilde opinión, el cartel de la México era de relumbrón, si bien con la pega de que nos tuvimos que olvidar del ganado (nada diferente a lo que ocurre en España). Se supone y yo lo afirmo, que Morante y Manzanares son dos figuras de primera categoría que acompañadas por un valor nuevo como es Gerardo Rivera rematan un cartel en cualquier plaza del mundo taurino. Entonces, ¿qué está ocurriendo?, ¿por qué de 45000 posibles, sólo van a los toros 12.000? ¿Por qué se cae del cartel Roca Rey en Morelia y se suspende la corrida? ¿Por qué en mi Logroño llega Victorino después de años de ausencia y no hay ni media plaza? ¿Por qué las entradas en Bilbao han sido tan flojas? ¿Por qué  en Madrid fuera de San Isidro hay tardes desérticas?
Voy a ofrecer tan solo unas pinceladas de lo que yo creo que pueden ser las respuestas a estas preguntas:

a) Relación precio-calidad de espectáculo

Seamos sinceros, a día de hoy, salvo José Tomás, nadie llena por sí solo una plaza de toros. Si que es cierto que hay elementos que producen un buen efecto en la entrada, léase Andrés Roca Rey, Morante, Talavante, Juli y alguno más pero en menor medida. ¿Qué es lo que ocurre? pues que salvo el primero de los citados y tal vez el segundo, no hay tirón suficiente de público como para que sus honorarios (justos, no digo lo contrario) dejen un beneficio digno no ya al que organiza, sino al resto de toreros  y ganaderos que intervienen en una feria. ¿Quiere decir esto que los toreros cobran demasiado? En primer término, no. Lo que quiere decir es que tal vez las localidades son demasiado caras (salvo en Madrid) para el espectáculo que "prometen" . ¿Y qué encarece las entradas? pues obviamente los emolumentos de los toreros, el beneficio del empresario, los ivas, los piso-plazas, las seguridades sociales y ese sinfín de goteos interminables que hacen de la burocracia una bicha sanguinaria ávida de su mordisco, vayan diez o diez mil a la plaza.
Por ello, por estos precios elevados, el cliente, léase espectador aficionado en mayor o menor medida, ha de salir de la plaza convencido de que ha amortizado su inversión. En un concierto de U2 puede ocurrir, aunque es muy raro, que Bono desafine y aquel que ha acudido atraído por el nombre del grupo, no vuelva (sí que lo harán los incondicionales). En un concierto de Morante la probabilidad de que "desafine" depende de muchos factores y sobre todo de uno con dos cuernos y cuatro patas, con lo cual, para que el espectador no se sienta defraudado ni engañado, al menos debe existir un componente al que por denominarlo de alguna manera vamos a llamar "verdad". Si no existe esa verdad en forma de toro y Morante ese día no anda inspirado, el sufrido asistente saldrá de la plaza con ganas de no volver (sí que lo harán los incondicionales y los aficionados).

b) Atractivo mediático de los actuantes

Si hiciésemos una encuesta entre las cien primeras personas que pasasen por la calle y les preguntásemos por nombres de toreros, seguro que la sorpresa sería un tanto desagradable: el personal conoce de nombre a Manolete, al Cordobés, a Jesulín y a José Tomás. El resto les pueden sonar más o menos. Yo y seguro que vosotros también, tengo comprobado que el público que acude a una plaza como mucho conoce a uno de los de la terna y generalmente lo confunde con otro de los actuantes.
Antaño si eras torero, eras Dios. Ahora por desgracia te pueden comparar fácilmente con alguien que mata animales y que sabe poco más que estampar su firma en un papel. Hemos pasado del héroe al villano sin término medio y lo más llamativo del tema es que se han invertido los papeles porque ¿quien es más villano? ¿el ignorante que piensa que el arte de torear no es tal y sí un espectáculo donde se sacrifican animales, o el que ejerce una profesión artística con tal amor y dedicación a la misma que es capaz de dar la vida por ella?
Con independencia de estos matices, lo que queda claro es que hoy un torero no figura habitualmente por su profesión en los medios de comunicación, no sale en las teles que emiten en abierto, y hoy en dia, gracias a nuestra ignorancia, lo que no sale en tv no está en el mundo, con lo cual el atractivo de ver "in situ" a un matador de toros ha bajado muchos enteros, quedando muy lejos las tardes en las que había hasta palos por poder entrar a ver a una determinada figura.
 
c) Falta de vocación-afición por parte de las empresas

Yo no lo he vivido pero lo he leído. Cierto que eran otros tiempos, pero los empresarios eran además de tales, enormes aficionados que sabían contentar a su público porque ellos también formaban parte de ese público. Antaño las empresas no programaban las temporadas desde enero  hasta octubre, sino que en función de quien triunfaba o no, confeccionaban muchos carteles y repetían a toreros que en principio no estaban previstos pero se lo habían ganado en el ruedo. Hoy en día está todo prediseñado, encorsetado, pautado y casi predestinado. Para ver algo novedoso, nos tenemos que conformar desgraciadamente con una sustitución. Nadie arriesga, nadie ve a un chaval nuevo con posibilidades y le da la oportunidad ¿y por qué no lo hacen? ¿por miedo a perder dinero, o por comodidad? Yo he visto este año entradas que no se hubiesen resentido en absoluto por incluir en la terna a un torero que nadie conoce y no me contradigo porque sigo afirmando que la mayoría de asistentes a la plaza conoce a no más de seis o siete toreros y que puestos a cubrir una vacante, lo mismo les da fulano que mengano.

d) Toros

Yo soy de los que opinan que en el campo sigue existiendo casta y bravura, pero también opino que si fuese ganadero, me gustaría que me la pagasen. Cierto es que el toro fiero cada vez abunda menos por las propias exigencias de todos los intervinientes en esto, pero también es cierto y ellos, todos ellos, lo saben, que cuando hay emoción, la calidad del espectáculo se multiplica por cien. No hablo de encastes, prefiero hablar de ganaderías que están en mejor o peor momento. Estoy seguro de que la temporada que viene va a haber palos por matar alguna de esas que se denominan duras porque están en buen momento y son capaces de dar la emoción que tanto necesita el espectáculo, unida a una embestida que te puede consagrar. Quisiera que mi España en determinadas plazas copiase el modelo de Ceret o de Vic y que el público tuviese la suficiente sensibilidad para salir satisfecho viendo grandes suertes de varas o grandes bregas, pero el público español en su mayoría, apuesta por un picotazo porque prefiere la estética a la épica, porque para eso hace falta educación taurina y conseguirla a estas alturas es algo muy complicado. San Isidro es la gran oportunidad para inculcar esta educación, para ver esas ganaderías que no se ven en todas las ferias y para enseñar a ese gran público que hay otro toreo y otros toros que pueden hacernos vibrar de un modo diferente pero igual de intenso que viendo al mejor coleta torear a la verónica al ralentí. Pero insisto, para poder dar lugar a eso, para que sea rentable como lo es en Francia, necesitamos educarnos taurinamente hablando y ahí si que no tengo yo ninguna respuesta objetivamente válida y menos, una solución.
Y hasta aquí llego. A lo mejor falta o a lo peor sobra, pero si esto sirve para que entre todos reflexionemos y sepamos de nuestros haberes y nuestras carencias, distinguiendo si la botella taurina está medio llena o medio vacía, no habrá sido una parrafada vana e inconveniente.

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