lunes, 8 de octubre de 2018

Cuando éramos de Urdiales (II)

Foto: Rafa Sánchez Pulido @rsanchezpulido

Puede que sea verdad, puede que nunca segundas partes sean buenas, si acaso las primeras lo fueron, pero hoy son necesarias y no me resisto a comenzar este pequeño homenaje como lo hice por estas mismas fechas en el año 2014:

"Una familia, unos cuantos amigos de los de verdad, un periodista obsesionado con el toreo bueno y para de contar: todo eso tenía Diego hace unos años..."

Es una gozada poder escribir que ahora somos muchos más y que sin embargo el torero es el mismo y su toreo, en la esencia, también, porque la evolución del espíritu que tan gráficamente explica Nietzsche, es casi un dogma vital. 

Reconozco que lo vivido ayer no deja de ser un acto de egoísmo. Nos llena tanto ese concepto, que no podemos dejar de sentir un cierto orgullo particular al escuchar cómo ruge una plaza hasta en sus cimientos y cómo el pequeño flautista es capaz de dejar tiradas a unas cuantas ratas en la aldea sajona de Hamelin y arrastrar tras de sí a veinte mil almas que bailan al son de un compás con una cadencia diferente.

Pero más allá de nuestro ego, creo que en el fondo, todos sabemos que ayer el triunfador no fue Diego. 

Ayer triunfó el toreo.

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