domingo, 10 de noviembre de 2019

La regresión de Fortes





Bill Fay tiene largos dedos y barba de genio chiflado que arropa su piano de cola. Durante los locos 70, fue aclamado por la crítica, pero recibió dos cornadas en forma de vinilo que le enviaron  al ostracismo. Su música personal e intimista habría de pasar por el calvario de compartir cama con la rutina de la jardinería o la reposición de material en supermercados. Cuarenta y un años después, viviendo casi en la indigencia, pero no dejando de componer ni un solo día,  reencuentra su sitio en el mercado musical con un disco titulado "who is the sender" y ahora sí, es también aclamado por un público alejado de modas y rendido a un concepto y una forma de hacer muy personales. ¿El secreto? conectar sus dedos directamente al corazón.

Fortes también tiene los dedos muy largos. Su sombra, la de los dedos, se proyecta en las paredes de la cava subterránea de la librería "Sin Tarima" evocando en mi mente la famosa escena  del vampiro Nosferatu. El periodista Carmelo López dirige el afable coloquio apadrinado por La Orson.

 El aspecto del torero no ha cambiado demasiado desde aquel 2.010 en el que nos dio un serio toque de atención por su buen toreo en el ciclo del Zapato de Oro en Arnedo. Es tímido, sereno y muy reflexivo. Este año ha tendido tiempo, por cuestiones de salud, de acudir al rincón de pensar al que virtualmente yo envío a aquellos toreros en quienes deposito mis esperanzas y no terminan de explotar. No es el caso de Saúl, a él no lo he mandado, fue voluntariamente y el sábado descubrí que estaba allí desde hacía mucho más tiempo del que yo creía. Es un torero de los que  denomino como "buscadores", que por fin parece haber encontrado su camino, el más difícil pero el más sencillo: el de la inocencia, el del volver a sus inicios, el de la naturalidad. Nada forzado, nada planeado, todo instinto arropado levemente en la técnica para que esos largos dedos (tiene que ser difícil colocarlos para sentir la tela en sus yemas) conecten con su corazón.

Como dijo Carmelo, Fortes es un "estraperlista del más allá", alguien que ha esquivado muchas veces la fatalidad, alguien que ha vuelto de la nada, como Bill Fay, para quedarse y para emocionar al público, ese público que él afirma y tiene razón, no ve desde su localidad la mirada de un toro, que pese a lo que digan los demás, es mucho más tenebrosa algunas veces que sus afiladas astas. Pero a pesar de todo eso, y como sentenció una vez el Viti ( lo que dice el Viti es ley del toreo) "el público siempre tiene razón aunque no la tenga" porque llega un día en que ese mismo público que se ha ido por un camino equivocado, vuelve y acaba reconociendo aquello que realmente es verdad y arte a la vez, porque el toreo es un ejercicio interior que tiene que ser contemplado por los que ocupan el cemento, para acabar trascendiendo.

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