domingo, 4 de febrero de 2024

Rubén Sanz: Viajeros al tren

                     

  

En Japón (hay que ver lo lejos que está el Japón) todavía se bajan de los trenes unos señores vestidos como un director de banda de música en un desfile, luciendo una gorra de plato que por lo que yo vi, siempre les queda grande. Aquí ese oficio ya se ha perdido, pero  en las escenas de las pelis en blanco y negro  rodadas  generalmente en sórdidas estaciones, de entre el vapor de las locomotoras, surge una voz, que grita ¡viajeros al tren! consiguiendo que como mucho, suba el protagonista y a veces, por otra escalerilla, el malo.

El tren de Rubén está a punto de llegar y ahí está él, esperando con una desordenada maleta de tanto hacerla y deshacerla intentando conciliar media docena de angustias, una bolsa de lágrimas, muchos miedos, porque el que no tiene miedo ni es torero ni respeta al toro, tres pares de responsabilidades, cuarto y mitad de sentimiento y un montón de arte y toreo. La maleta, si bien no es grande, pesa tela y  a veces duda si podrá con ella, pero Rubén está en forma, preparado para subir al vagón con su billete de segunda sin numerar, esperando ver una rendija, colarse en business y pedir un benjamín de champagne del caro.

Hoy, primera toma de contacto del año con dos animales en Calanda. Nada nuevo con respecto a otros Febreros, pero esa Chata de Soria guarda en sus arenas tantos toros soñados por Rubén, que no se nota que hace tiempo que no ve un pitón. 


Hace unos años era puro instinto, un tifón recién formado con prisa por absorber todo lo que tuviera a su alcance y buscar una salida, a ser posible, rápida. A día de hoy, el poso de la edad, miles de horas de toreo de salón y unos cuantos millones de cavilaciones taurinas, van forjando a un torero que ha aprendido a intentar pensar delante de la cara del toro cuando se debe y a dejarse llevar por las musas cuando se puede.

Yo no sé si los trenes pasan una vez, dos o cien, pero sí sé que ahora llega uno y de eso es de lo que hay que disfrutar y sentirse orgulloso en una estación vacía.

Suerte, amigo.

P.d. Las fotazas son de mi muy querido Carmelo Bayo, el Quijote de Oncala, el Menchevique de la tauromaquia, el Bécquer de La Cuesta, el Domador de gatos salvajes, el Espadachín Alatriste..., en definitiva: el hombre.


                  






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